• Prometeo y el robo del fuego

    Mitología griega
    En un tiempo muy, muy lejano, cuando el mundo era jovencito y los dioses y diosas vivían en el Monte Olimpo, los seres humanos en la Tierra no la pasaban muy bien. Imaginen que no tenían casas calentitas, ni sabían cómo cocinar su comida. ¡Pasaban mucho frío por las noches y comían todo crudo! ¡Brrr!

    Había un titán llamado Prometeo, que era muy listo y tenía un corazón grande, grande. A Prometeo le daba mucha pena ver a los humanos así, tiritando de frío y comiendo raíces sin sabor. Él quería ayudarles.

    Pero el jefe de todos los dioses, el gran Zeus, que a veces tenía un poquito de mal humor y le gustaba que las cosas se hicieran a su manera, había dicho muy claramente: "¡Los humanos no tendrán fuego! ¡Y punto!". Quizás pensaba que el fuego era demasiado peligroso para ellos, o simplemente quería mantenerlos bajo su control.

    Prometeo pensó y pensó. "Esto no puede ser", se dijo. "Mis amigos los humanos necesitan una ayudita". Así que, con mucho cuidado para que Zeus no se diera cuenta, Prometeo tuvo una idea brillante, ¡casi tanto como el fuego mismo!

    Un día, subió sigilosamente hasta el Olimpo. Algunos dicen que fue al taller de Hefesto, el dios herrero que siempre tenía su fragua encendida. Otros cuentan que se acercó al carro del Sol. Lo importante es que Prometeo, con mucha astucia, tomó una pequeña brasa, una chispita de fuego, y la escondió dentro de un tallo hueco de una planta llamada hinojo. ¡Era como llevar una linterna secreta!

    Bajó corriendo a la Tierra, ¡más rápido que un rayo!, y les entregó el fuego a los humanos. ¡Imaginen la alegría! De repente, pudieron encender hogueras. ¡Adiós al frío! Aprendieron a cocinar sus alimentos, y ¡mmm, qué bien olía todo! También usaron el fuego para ahuyentar a los animales salvajes y para fabricar herramientas mejores. La vida de los humanos cambió por completo, ¡se volvió mucho más fácil y divertida!

    Pero claro, desde su trono en las nubes, Zeus vio el humo de las hogueras subiendo desde la Tierra. ¡Se puso furiosísimo! Su barba tembló de rabia y sus ojos lanzaron chispas (casi como el fuego que había prohibido). "¿Quién se ha atrevido a desobedecerme?", rugió con una voz que sonó como un trueno.

    Pronto descubrió que había sido Prometeo, el amigo de los humanos. Y Zeus, que no perdonaba fácilmente una desobediencia, decidió castigar a Prometeo de una forma muy dura. Ordenó que lo llevaran a una montaña muy alta y lo encadenaran a una roca. Y para que el castigo fuera aún peor, cada día un águila enorme bajaba y le picoteaba. ¡Pobre Prometeo!

    Aunque sufrió mucho, Prometeo nunca se arrepintió de haber ayudado a los humanos. Y gracias a su valentía y a su regalo, la humanidad pudo avanzar, aprender y crear cosas maravillosas, todo gracias a esa primera chispa de fuego que les llevó un titán con un gran corazón.

    1806 Vistas