Los doce trabajos de Heracles
Mitología griega
En la tierra soleada de Grecia, donde el mar es azul brillante y los olivos crecen por todas partes, vivía un muchacho llamado Hércules. ¡Y vaya que era fuerte! Podía levantar rocas enormes como si fueran almohadas y correr más rápido que el viento.
Pero un día, por culpa de una diosa un poco celosa llamada Hera, Hércules tuvo que hacer doce trabajos muy, muy difíciles para el rey Euristeo, un rey que no era ni la mitad de valiente que Hércules. El rey pensó: "¡Ja! Estas tareas son imposibles, nunca las logrará". Pero Hércules, con una sonrisa y sus grandes músculos, dijo: "¡Acepto el desafío!".
Primero, el rey le pidió que trajera la piel de un león terrible que vivía en Nemea. Este león tenía una piel tan dura que ninguna flecha ni espada podía atravesarla. Hércules lo buscó, y cuando el león saltó sobre él rugiendo ¡GRRRRAAAAUUUURRR!, Hércules, que era más fuerte, lo abrazó con todas sus fuerzas hasta que el león se quedó quietecito. Luego, usó las propias garras del león para quitarle la piel y se la puso como una capa. ¡Ahora Hércules era aún más impresionante!
Después, tuvo que luchar contra la Hidra de Lerna, una serpiente monstruosa con ¡nueve cabezas! Y lo peor era que si cortabas una cabeza, ¡crecían dos en su lugar! ¡Qué lío! Pero Hércules era listo. Con la ayuda de su sobrino Yolao, cada vez que Hércules cortaba una cabeza, Yolao quemaba el cuello con una antorcha para que no crecieran más. ¡Así vencieron a la Hidra!
Luego, el rey le dijo: "Tráeme viva a la Cierva de Cerinea". Esta cierva tenía cuernos de oro y pezuñas de bronce, y era tan rápida como un rayo. Hércules la persiguió durante un año entero, ¡imagínense correr tanto tiempo!, hasta que por fin, con mucho cuidado para no lastimarla, la atrapó.
El cuarto trabajo fue capturar a un jabalí gigante que vivía en el monte Erimanto y que destrozaba todos los campos. Hércules lo persiguió por la nieve hasta que el jabalí se cansó y ¡zas!, lo atrapó con una red y se lo llevó al rey. ¡Dicen que el rey Euristeo se asustó tanto al ver al jabalí que se escondió en una tinaja!
El quinto trabajo era un poco... apestoso. Hércules tenía que limpiar en un solo día los establos del rey Augías, que tenían miles de vacas y ¡nunca se habían limpiado! ¡Imaginen el olor! Pero Hércules tuvo una idea genial: desvió el curso de dos ríos para que pasaran por los establos y ¡zas! ¡Limpios como una patena!
Después, tuvo que ahuyentar a los Pájaros del Estínfalo. Eran unos pájaros terribles con picos, garras y plumas de bronce que comían personas. Hércules usó unas castañuelas de bronce que le dio la diosa Atenea. Hizo tanto ruido que los pájaros salieron volando asustados, y Hércules, con su arco y flechas, ¡pum, pum, pum!, los derribó.
El séptimo trabajo fue capturar al Toro de Creta, un toro enorme y furioso que echaba fuego por la nariz. Hércules, con su fuerza, luchó contra él, lo montó y lo llevó navegando hasta Grecia. ¡Qué viaje tan movidito!
Luego, tuvo que robar las Yeguas de Diomedes. Estas yeguas no comían pasto, ¡sino personas! Hércules primero venció a su malvado dueño, Diomedes, y luego, con paciencia y fuerza, logró domar a las yeguas para que fueran mansas.
Su novena tarea fue conseguir el cinturón de Hipólita, la reina de las Amazonas, unas guerreras muy valientes. Al principio, Hipólita iba a darle el cinturón amablemente, pero la celosa diosa Hera armó un lío y las Amazonas pensaron que Hércules quería hacerles daño. Hubo una gran pelea, pero Hércules consiguió el cinturón.
El décimo trabajo lo llevó muy lejos, a buscar los Bueyes de Gerión. Gerión era un gigante con ¡tres cuerpos y tres cabezas! Y tenía un perro guardián de dos cabezas llamado Orto. Hércules, valiente como siempre, venció al perro, luego al gigante, y se llevó los bueyes rojos como el atardecer.
Casi al final, tuvo que traer las Manzanas de Oro del Jardín de las Hespérides. Estas manzanas eran mágicas y estaban guardadas por ninfas y un dragón de cien cabezas llamado Ladón. Hércules fue muy astuto: le pidió ayuda al gigante Atlas, que sostenía el cielo sobre sus hombros. Hércules sostuvo el cielo un ratito mientras Atlas iba por las manzanas. ¡Qué peso!
Y el último trabajo, el más difícil de todos: ¡bajar al mundo de los muertos y traer a Cerbero, el perro de tres cabezas que guardaba la entrada! Hércules habló con Hades, el rey del inframundo, quien le dio permiso si lograba dominar a Cerbero sin usar armas. Hércules, usando solo su fuerza, luchó con el perro monstruoso y lo llevó ante el rey Euristeo, quien casi se desmaya del susto.
Así, Hércules completó los doce trabajos. Demostró que no solo era el más fuerte, sino también valiente, inteligente y perseverante. Y se convirtió en el héroe más famoso de toda Grecia, recordado por siempre por sus increíbles hazañas.
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