Jasón y el vellocino de oro
Mitología griega
¿Listos para una aventura en el mar? Pues agarraos fuerte, porque esta historia nos lleva a la antigua Grecia, a un tiempo de héroes valientes y monstruos sorprendentes.
En un reino llamado Yolcos, vivía un joven llamado Jasón. No era un príncipe cualquiera, ¡oh no! Su tío, el rey Pelias, que no era muy simpático, le había quitado el trono a su papá. Un día, Pelias vio a Jasón llegar con una sola sandalia (¡una historia divertida para otro día sobre cómo la perdió ayudando a una anciana que en realidad era una diosa!) y se acordó de una profecía: un hombre con una sandalia le quitaría el reino.
Para deshacerse de Jasón, el astuto Pelias le dijo: "Si eres tan valiente, tráeme el Vellocino de Oro". Este era un tesoro increíble, la piel de un carnero mágico de lana dorada, que estaba en un país lejano y peligroso llamado Cólquida, ¡y lo cuidaba un dragón que nunca dormía!
Jasón, que era muy audaz, aceptó el reto. Construyó un barco fuerte y rápido llamado Argo, y reunió a los héroes más valientes de toda Grecia. ¡Eran los Argonautas! Entre ellos estaba Hércules, el hombre más fuerte del mundo; Orfeo, que tocaba música tan hermosa que hasta las piedras bailaban; y muchos más, cada uno con un talento especial.
Así, el Argo zarpó. ¡Qué viaje! Primero, llegaron a una isla donde solo vivían mujeres muy amables. Luego, tuvieron que ayudar a un pobre rey ciego llamado Fineo, a quien unas criaturas horribles con alas y cara de mujer, las Arpías, le robaban la comida. Dos Argonautas con alas, los hijos del viento del norte, ¡espantaron a esas Arpías para siempre! Agradecido, Fineo les dio consejos para la parte más peligrosa de su viaje: las Rocas Chocantes. Eran dos enormes rocas que se aplastaban entre sí, destruyendo cualquier barco que intentara pasar. Siguiendo el consejo de Fineo, soltaron una paloma. La paloma pasó volando, y las rocas se cerraron justo detrás, ¡arrancándole solo unas plumas de la cola! Así supieron que podían pasar rápido antes de que las rocas volvieran a chocar, y aunque el Argo perdió un trocito de madera de la popa, ¡lo lograron!
Finalmente, después de muchas aventuras, llegaron a Cólquida. El rey Eetes, dueño del Vellocino, no estaba nada contento de verlos. Dijo que Jasón podría llevarse el Vellocino si cumplía tres tareas casi imposibles: primero, domar dos toros enormes que echaban fuego por la nariz como si fueran pequeños volcanes y arar un campo con ellos. Segundo, sembrar en ese campo dientes de dragón. Y tercero, ¡derrotar a los guerreros que nacerían de esos dientes!
Jasón estaba preocupado, ¿cómo podría hacer todo eso? Pero tuvo suerte. La hija del rey Eetes, una joven muy inteligente y un poco maga llamada Medea, vio a Jasón y pensó que era muy valiente y guapo. Con la ayuda secreta de las diosas Hera y Afrodita, Medea se enamoró de Jasón y decidió ayudarlo.
Le dio a Jasón una poción mágica para que el fuego de los toros no le hiciera daño. ¡Y funcionó! Jasón domó los toros y aró el campo. Luego, sembró los dientes de dragón, y de la tierra empezaron a brotar guerreros armados, ¡listos para luchar! Pero Medea ya le había dicho a Jasón qué hacer: lanzó una piedra en medio de ellos, y los guerreros, confundidos, empezaron a pelear entre sí hasta que no quedó ninguno.
Ahora solo faltaba el Vellocino. Estaba en un bosque, colgado de un árbol y vigilado por un dragón terrible que nunca cerraba los ojos. Pero Medea, con sus hierbas mágicas y una canción de cuna especial, hizo que el dragón se durmiera profundamente. ¡Zzzzz! Jasón tomó con cuidado el brillante Vellocino de Oro.
¡Rápido, al Argo! Jasón, Medea (que decidió irse con él) y los Argonautas corrieron al barco con el tesoro. El rey Eetes, furioso al descubrir el engaño, los persiguió con sus naves, pero Medea, con su astucia, los ayudó a escapar.
El viaje de regreso también tuvo sus peligros. Pasaron cerca de la isla de las Sirenas, criaturas que cantaban tan dulcemente que los marineros se lanzaban al mar. Pero Orfeo tocó su lira con una música aún más hermosa, y así nadie escuchó a las Sirenas.
Cuando por fin llegaron a Yolcos con el Vellocino de Oro, todos se quedaron asombrados. El rey Pelias no tuvo más remedio que cumplir su palabra, aunque no le gustó nada. Medea, usando su magia, le jugó una treta al rey Pelias, y él... bueno, digamos que ya no molestó más.
Jasón se convirtió en un gran héroe, y todos los Argonautas fueron celebrados por su valentía. Y así, Jasón y sus amigos vivieron muchas más aventuras, recordando siempre su increíble viaje en busca del Vellocino de Oro, una hazaña que demostró que con coraje, amigos leales y un poquito de ayuda mágica, ¡casi todo es posible!
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