Cosmogonía y Titanomaquia
Mitología griega
Imaginen un tiempo, hace muchísimo, cuando no había ni sol ni luna, ni montañas ni ríos. Solo existía un gran vacío llamado Caos, como una sopa gigante de nada y todo a la vez.
De ese Caos, poco a poco, surgió la Tierra, a la que llamaremos Gaia. ¡Era enorme, redonda y llena de posibilidades! Y también nació el Cielo, Urano, que la cubría como una manta azul brillante llena de estrellas titilantes.
Gaia y Urano se quisieron mucho y tuvieron hijos muy especiales. Primero, nacieron unos gigantes con un solo ojo grandote en la frente, ¡eran los Cíclopes! Luego, llegaron otros seres aún más sorprendentes: los Hecatónquiros, que tenían ¡cien brazos y cincuenta cabezas cada uno! Imaginen dar un abrazo con cien brazos. Y finalmente, nacieron los Titanes, que eran doce, seis chicos y seis chicas, fuertes y poderosos. El más joven de los Titanes varones se llamaba Cronos, y era muy astuto.
Pero a Urano, el Cielo, no le gustaban mucho sus hijos Cíclopes y Hecatónquiros. Le parecían un poco feos y le daban miedo por su fuerza. Así que, ¡zas!, los encerró en un lugar muy, muy profundo y oscuro dentro de Gaia, llamado Tártaro. Gaia, la Tierra, se puso muy triste. ¡No le gustaba nada tener a sus hijos prisioneros dentro de ella!
Así que Gaia habló con sus hijos Titanes. Les dijo: "Su papá Urano ha sido muy cruel. ¿Quién de ustedes me ayudará a quitarle el poder?". Todos los Titanes tuvieron un poco de miedo, menos Cronos. Él dijo: "¡Yo te ayudaré, mamá!". Gaia le dio a Cronos una hoz mágica, muy afilada y brillante.
Cuando Urano bajó a visitar a Gaia, Cronos, escondido, ¡sorpresa!, usó la hoz y con un movimiento rápido, le quitó el poder a su padre. Urano, muy enfadado, le dijo a Cronos: "¡Lo mismo que me has hecho a mí, te lo harán tus propios hijos!". Y se fue para siempre.
Cronos se convirtió en el nuevo rey del universo. Liberó a sus hermanos Titanes (pero se olvidó un poquito de los Cíclopes y los Hecatónquiros, que seguían en el Tártaro). Se casó con su hermana Rea, una Titánide muy buena, y juntos gobernaron.
Pero Cronos no podía olvidar las palabras de su padre Urano. Tenía mucho miedo de que sus hijos le quitaran el trono. Así que, cada vez que Rea tenía un bebé, Cronos, ¡ñam!, se lo tragaba enterito. ¡Pobre Rea! Estaba muy triste. Se tragó a Hestia, luego a Deméter, después a Hera, a Hades y a Poseidón. ¡Cinco hijos se había comido ya!
Cuando Rea estaba esperando a su sexto hijo, Zeus, ya no podía más. Fue a pedirle ayuda a su mamá Gaia. Juntas, idearon un plan. Cuando nació el pequeño Zeus, Rea lo escondió rápidamente en una cueva secreta en la isla de Creta. Luego, envolvió una piedra grande en pañales, como si fuera un bebé, y se la dio a Cronos. Cronos, sin mirar, ¡se tragó la piedra pensando que era su hijo!
Zeus creció en Creta, cuidado por ninfas amables y alimentado por una cabra mágica llamada Amaltea. Se hizo fuerte, valiente e inteligente. Cuando ya fue un joven dios, decidió que era hora de rescatar a sus hermanos y enfrentarse a su padre.
Con ayuda de una diosa astuta llamada Metis (o con su propia inteligencia, según quien cuente la historia), Zeus le dio a Cronos una bebida especial. ¡Y Cronos empezó a sentirse muy mal del estómago! Primero, vomitó la piedra. Y luego, uno por uno, ¡vomitó a todos sus hijos! Poseidón, Hades, Hera, Deméter y Hestia salieron ya grandes y listos para la acción. ¡Estaban muy agradecidos con su hermano Zeus!
Entonces, comenzó una guerra terrible: la Titanomaquia, ¡la guerra de los Titanes! Por un lado, Zeus y sus hermanos y hermanas, que se llamaron los dioses Olímpicos. Por el otro, Cronos y los Titanes que lo apoyaban.
Zeus sabía que necesitaría más ayuda. Así que bajó al Tártaro y liberó a los Cíclopes y a los Hecatónquiros. ¡Estaban felicísimos de ser libres! Como agradecimiento, los Cíclopes, que eran grandes herreros, le fabricaron a Zeus sus famosos rayos, ¡el arma más poderosa! A Poseidón le dieron un tridente con el que podía controlar los mares y provocar terremotos. Y a Hades le dieron un casco que lo hacía invisible.
La guerra duró diez largos años. ¡Hubo batallas espectaculares! Los Olímpicos lanzaban rayos, los Hecatónquiros lanzaban rocas gigantescas con sus cien brazos, y los Titanes luchaban con todas sus fuerzas.
Finalmente, Zeus y los Olímpicos ganaron la guerra. Encerraron a Cronos y a la mayoría de los Titanes en el Tártaro, bien vigilados.
Zeus se convirtió en el nuevo rey de los dioses y del universo. Él y sus hermanos se repartieron el mundo: Zeus se quedó con el cielo y el trueno, Poseidón con los mares y océanos, y Hades con el mundo subterráneo, el reino de los muertos.
Y así, con los dioses Olímpicos al mando, comenzó una nueva era en el mundo, llena de héroes, monstruos y muchas más aventuras que contar.
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