La leyenda de Yamasachihiko y Umisachihiko
Mitología japonesa
En el antiguo Japón, donde las montañas se alzaban orgullosas y el océano susurraba secretos, vivían dos hermanos. El mayor se llamaba Umisachi, que significa "Fortuna del Mar", y era un pescador increíble. ¡No había pez que se le escapara con su anzuelo mágico! Su hermano menor, Yamasachi, que significa "Fortuna de las Montañas", era un cazador experto y siempre volvía a casa con deliciosos animales del bosque.
Un día, a Yamasachi se le ocurrió una idea. "Hermano," le dijo a Umisachi, "¿qué tal si cambiamos nuestros trabajos por un día? Yo quiero probar suerte pescando en el mar, y tú puedes ir a cazar a las montañas. ¡Será divertido!"
Umisachi no estaba muy convencido. Su anzuelo era su tesoro más preciado, un regalo de los dioses. Pero al ver la cara de ilusión de su hermano, suspiró y aceptó. "Está bien, Yamasachi, pero cuida mucho mi anzuelo. Es muy, muy especial."
Así que intercambiaron sus herramientas. Umisachi tomó el arco y las flechas y se fue a las montañas, y Yamasachi, con el anzuelo mágico, se subió a una barca y remó mar adentro.
Pero ¡ay! A Yamasachi no le fue nada bien pescando. Lanzó el anzuelo una y otra vez, pero no picó ni un solo pez. Y en uno de esos intentos, ¡zas!, el anzuelo mágico se soltó del hilo y se hundió en las profundidades del océano. ¡Desapareció!
Yamasachi se puso pálido. ¡Había perdido el tesoro de su hermano! Cuando Umisachi regresó de las montañas, sin haber cazado nada porque no era lo suyo, Yamasachi le contó con mucha vergüenza lo que había pasado.
Umisachi se enfadó muchísimo. "¡Mi anzuelo! ¡Has perdido mi anzuelo mágico!" gritaba. "¡No me importa nada más, tienes que devolvérmelo!"
Yamasachi, muy triste y arrepentido, rompió su propia espada, que era muy valiosa, y con los trozos hizo quinientos anzuelos nuevos. Se los ofreció a su hermano, pero Umisachi los rechazó todos. "¡No quiero estos! ¡Quiero el mío, el original!" insistía, cada vez más enfadado.
Desesperado, Yamasachi se sentó en la orilla del mar, llorando. No sabía qué hacer. De repente, apareció un anciano de barba blanca y sonrisa amable. Era Shiotsuchi, un dios sabio del mar.
"¿Por qué lloras, joven príncipe?" preguntó el anciano.
Yamasachi le contó su desgracia.
Shiotsuchi sonrió. "No te preocupes, te ayudaré. Construiré una barquita especial para ti, una que no necesita remos, y te llevará al palacio de Watatsumi, el gran Dios Dragón del Mar. Él podrá ayudarte."
El anciano construyó una pequeña barca tejida con juncos, y Yamasachi se subió. La barca se deslizó sola sobre las olas y lo llevó, como por arte de magia, hasta el fondo del océano, donde se alzaba un palacio maravilloso hecho de conchas y corales.
Al llegar a la puerta del palacio, Yamasachi vio un pozo y un gran árbol katsura al lado. Se subió al árbol a esperar. Al poco rato, salió una princesa bellísima, Toyotama-hime, la hija del Dios del Mar, a sacar agua del pozo. Cuando vio el reflejo de Yamasachi en el agua, se sorprendió y levantó la vista.
Sus miradas se cruzaron y ¡fue amor a primera vista! Toyotama-hime llevó a Yamasachi ante su padre, el Dios Watatsumi. Yamasachi le contó su historia y el Dios del Mar, que era muy hospitalario, lo acogió con alegría. Yamasachi y Toyotama-hime se casaron y vivieron muy felices en el palacio submarino durante tres años. Yamasachi estaba tan contento que casi se olvida del anzuelo perdido.
Pero un día, suspiró profundamente. Toyotama-hime, preocupada, le preguntó qué le pasaba. Yamasachi recordó de golpe el anzuelo y la tristeza de su hermano. Se lo contó todo a su esposa.
Watatsumi, al enterarse, llamó a todos los peces del mar. "Que venga todo el mundo," ordenó. "Quiero saber quién tiene un anzuelo clavado en la garganta."
Los peces llegaron de todas partes, grandes y pequeños. Y allí estaba, un gran pez pargo, con la cara hinchada de dolor. ¡Tenía el anzuelo mágico de Umisachi clavado en la garganta!
Con mucho cuidado, sacaron el anzuelo. ¡Qué alivio sintió Yamasachi!
Antes de que Yamasachi regresara al mundo de la superficie, Watatsumi le dio el anzuelo y dos joyas mágicas: la joya que hace subir la marea y la joya que hace bajar la marea. "Usa esto con sabiduría," le dijo. "Y cuando tu hermano trabaje en campos altos, tú trabaja en campos bajos. Y al revés. Así siempre tendrás ventaja."
Yamasachi se despidió de su amada Toyotama-hime, prometiendo volver, y regresó a la tierra.
Cuando le devolvió el anzuelo a Umisachi, este seguía un poco enfadado y no le hizo mucho caso. Entonces, Yamasachi recordó el consejo del Dios del Mar y usó la joya que hacía subir la marea.
¡El agua del mar empezó a subir y subir! Umisachi, que estaba cerca de la orilla, vio cómo el agua le llegaba a los tobillos, luego a las rodillas, ¡luego al cuello!
"¡Hermano, ayúdame! ¡Me ahogo!" gritó desesperado.
Entonces, Yamasachi usó la otra joya, la que hacía bajar la marea. El agua retrocedió rápidamente.
Umisachi, temblando de miedo y empapado, se arrodilló ante su hermano menor. "Perdóname, Yamasachi. Has demostrado ser más poderoso. Desde hoy, yo y mis descendientes te serviremos fielmente."
Y así fue como los dos hermanos hicieron las paces. Yamasachi, con la ayuda de la magia del mar, recuperó el honor y la amistad de su hermano. Y ambos aprendieron que, aunque cada uno tenga su propia fortuna, a veces un pequeño cambio puede traer grandes aventuras y lecciones.
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