La leyenda de Ōkuninushi
Mitología japonesa
En el antiguo Japón, donde los cerezos florecían y los dioses vivían entre la gente, había un joven dios llamado Ōkuninushi. Bueno, en realidad, su nombre era un poquito diferente al principio, pero ya llegaremos a eso. Tenía muchos, muchísimos hermanos, ¡casi ochenta! Y estos hermanos no eran siempre los más amables.
Un día, todos los hermanos decidieron ir a visitar a una princesa muy bonita llamada Yagamihime. Ōkuninushi, como era el más joven y bueno, tuvo que cargar todas las bolsas pesadas de sus hermanos. ¡Pobre Ōkuninushi! En el camino, encontraron un conejito blanco llorando sin parar. No tenía pelo y su piel estaba toda roja y adolorida.
Sus hermanos mayores se rieron de él y le dijeron: "¡Báñate en el agua salada del mar y luego siéntate donde el viento sople fuerte!" El conejito les hizo caso, ¡pero se puso peor! El agua salada le ardió muchísimo y el viento secó su piel hasta que se agrietó.
Cuando Ōkuninushi llegó, vio al conejito sufriendo y le dio mucha pena. "Amigo conejito," le dijo con dulzura, "ve a ese río de agua fresca, lávate bien y luego rueda sobre el polen amarillo de esas flores de espadaña. Así tu piel sanará." El conejito hizo lo que Ōkuninushi le dijo, ¡y su pelaje blanco y suave creció de nuevo! Estaba tan feliz que le dijo a Ōkuninushi: "Tú eres tan bueno que seguro te casarás con la princesa Yagamihime, no tus hermanos."
Los hermanos se enojaron muchísimo al oír esto. "¡No puede ser!" pensaron. Así que planearon una maldad. Le dijeron a Ōkuninushi: "Mira, en esa montaña hay un jabalí rojo. ¡Ve a atraparlo!" Pero no era un jabalí, ¡era una roca enorme calentada al rojo vivo! Cuando Ōkuninushi la abrazó pensando que era el animal, se quemó mucho, mucho y ¡cataplum! Cayó al suelo muy herido.
Su mamá, que lo quería un montón, pidió ayuda a los dioses importantes y ellos enviaron unas ayudantes mágicas que curaron a Ōkuninushi con agua especial y polvos de concha.
Pero los hermanos no aprendieron. Volvieron a engañarlo, esta vez con un árbol gigante, y Ōkuninushi volvió a salir muy lastimado. Su mamá, muy preocupada, le dijo: "Hijo, tienes que ir al mundo de abajo, Ne-no-kuni, a pedirle ayuda al gran dios Susano-o. Él es un poco gruñón, pero quizás te ayude."
Ōkuninushi obedeció y viajó al mundo de abajo. Allí conoció a la hija de Susano-o, una princesa llamada Suseri-hime. ¡Se gustaron desde el primer momento! Pero a Susano-o no le hizo mucha gracia. "Hmm, ¿así que quieres estar con mi hija?" dijo con vozarrón. "Primero tendrás que pasar unas pruebas."
Primero, lo mandó a dormir a un cuarto lleno de serpientes. ¡Qué miedo! Pero Suseri-hime, en secreto, le dio a Ōkuninushi un pañuelo mágico que espantaba a las serpientes, y durmió como un lirón.
Luego, lo envió a un cuarto con ciempiés y avispas. ¡Otro susto! Pero Suseri-hime le dio otro pañuelo mágico, y Ōkuninushi ni los sintió.
La prueba más difícil fue cuando Susano-o disparó una flecha a un campo enorme y luego le prendió fuego. "¡Tráeme mi flecha!" le gritó. Ōkuninushi corrió, pero el fuego lo rodeaba. De repente, un ratoncito apareció y le dijo: "¡Escóndete en este agujero!" Ōkuninushi se metió y el fuego pasó por encima. Luego, el ratoncito le trajo la flecha. ¡Uf, salvado!
Finalmente, Susano-o le pidió a Ōkuninushi que le quitara los piojos. ¡Qué tarea tan rara! Ōkuninushi vio que la cabeza de Susano-o estaba llena de ciempiés gigantes. ¡Ay! Pero fue muy listo: masticó unas bayas rojas y tierra, y escupía eso como si fueran piojos. Susano-o, creyendo que le quitaba los piojos, se quedó dormido profundamente.
Mientras Susano-o roncaba, Ōkuninushi le ató el pelo a las vigas del techo. Luego, tomó la espada, el arco y las flechas de Susano-o, y un arpa mágica llamada koto. Agarró a Suseri-hime de la mano y ¡a correr!
Pero al salir, el koto rozó un árbol y ¡trrriiiin! Hizo un ruido que despertó a Susano-o. ¡Qué furia! Se levantó de un tirón, ¡y casi se arranca el pelo y se lleva la casa entera!
Susano-o los persiguió hasta el borde del mundo de abajo. Al ver que no los alcanzaría, les gritó desde lejos: "¡Ōkuninushi! ¡Con esta espada y este arco, vence a tus hermanos malvados! ¡Construye un palacio grande y fuerte! ¡Gobierna esta tierra y sé un gran rey! ¡Y desde ahora te llamarás Ōkuninushi-no-Kami, el Gran Señor de la Tierra!"
Ōkuninushi, con la ayuda de Suseri-hime y las armas mágicas, regresó a su tierra. Usó su nueva fuerza y sabiduría para poner en su sitio a sus hermanos (sin hacerles daño, solo les enseñó a ser buenos). Construyó un palacio maravilloso, se casó con la princesa Yagamihime (¡y también con Suseri-hime, porque las dos eran geniales!) y se convirtió en un dios muy querido y respetado, gobernando con justicia y amabilidad. Y así, el dios que una vez cargó las bolsas de sus hermanos, se convirtió en el Gran Señor de la Tierra, gracias a su buen corazón.
1524 Vistas