• Alimentar el fuego con leña

    Fábulas chinas
    En un pueblito tranquilo, donde los pájaros cantaban y las flores sonreían al sol, vivía un señor llamado Don Ramón. Don Ramón era muy bueno, pero a veces un poquito despistado.

    Un día, ¡oh, no!, la pequeña cocina de madera de Don Ramón empezó a echar humo. Primero un poquito, como una nube gris, pero luego ¡zas!, salieron llamas rojas y anaranjadas que bailaban muy alegres. ¡Fuego, fuego!

    Don Ramón, al ver las llamas, se asustó mucho. "¡Tengo que apagar esto!", pensó con el corazón latiéndole como un tambor. Miró a su alrededor buscando algo para ayudar. Justo al lado de la cocina, tenía un montón de leña seca y bonita que usaba para cocinar.

    "¡Ajá!", exclamó Don Ramón. "¡Ya sé qué hacer! Si le echo más leña al fuego, seguro que se asusta y se apaga. ¡La cubriré toda!".

    Así que Don Ramón, con mucha prisa, empezó a agarrar los troncos de leña y ¡plaf, plaf, plaf!, los tiraba con fuerza hacia las llamas.

    Pero, ¿qué creen que pasó? El fuego, en lugar de apagarse, se puso más contento. ¡Crack, crack! Hacían los troncos nuevos al quemarse. Las llamas se hicieron más grandes, más altas y bailaban con más alegría. "¡Mmm, qué rica comida!", parecía decir el fuego.

    Don Ramón no entendía. "¡Qué raro!", pensó rascándose la cabeza. "Quizás no eché suficiente leña". Así que tomó MÁS leña, la más grande que encontró, y ¡zuas!, la lanzó con todas sus fuerzas al corazón del fuego.

    ¡El fuego se puso GIGANTE! Parecía una fiesta de luces y calor. Las llamas casi llegaban al techo y Don Ramón tuvo que dar un pasito para atrás.

    Por suerte, su vecina, Doña Lola, que era muy lista, vio el humo y corrió a ver qué pasaba. Cuando vio a Don Ramón echando leña al fuego, abrió los ojos como platos.

    "¡Don Ramón, Don Ramón!", gritó Doña Lola. "¿Pero qué está haciendo? ¡La leña es la comida del fuego! ¡Así solo lo hace más grande y fuerte!".

    Don Ramón se quedó parado, con un tronco en la mano, mirando el fuego y luego a Doña Lola. "Pero... yo quería apagarlo", dijo con cara de confusión.

    Doña Lola sonrió con paciencia. "Para apagar el fuego, necesitamos agua, Don Ramón, ¡mucha agua! O arena. Pero nunca, nunca más leña".

    Y así, entre Doña Lola y otros vecinos que llegaron con cubos de agua, lograron apagar el fuego de la cocina de Don Ramón.

    Don Ramón aprendió una lección muy importante ese día: a veces, queriendo ayudar, si no usamos la cabeza y el método correcto, podemos hacer el problema mucho más grande. ¡Y que la leña es para encender el fuego, no para apagarlo!

    1990 Vistas