Saciar la sed con ciruelas imaginarias
Fábulas chinas
En un día de sol brillante, tan brillante que parecía una naranja gigante en el cielo, un grupo de soldados caminaba y caminaba. Iban con su general, un señor muy listo, por un camino largo y polvoriento.
El calor era tremendo. Los soldados tenían muchísima sed. Sus lenguas se sentían como papel de lija. "¡Agua, agua!", susurraban algunos, ya muy cansados. No había ni una nube, y el sol pegaba fuerte. ¡Puf, qué calor!
El general vio que sus soldaditos estaban a punto de no poder más. Si no encontraban agua pronto, se iban a desanimar mucho. Pensó y pensó, rascándose la barbilla. De repente, ¡clic!, se le encendió una lucecita en la cabeza. ¡Tenía una idea!
Se paró en una pequeña montañita de tierra y gritó con voz fuerte y alegre: "¡Amigos, miren! ¡Justo detrás de esa colina que ven allá adelante, hay un bosque lleno de árboles de ciruelas! ¡Y qué ciruelas! Son grandes, jugosas, un poquito ácidas y un poquito dulces. ¡Perfectas para quitar esta sed tan grande!"
Al oír esto, los soldados se quedaron pensando. Ciruelas... ¡Mmm! Empezaron a imaginar esas frutas redonditas y brillantes. Unos las imaginaban rojas, otros moradas. Pensaban en morder una y sentir el jugo fresco en la boca. ¡Ñam!
De tanto pensar en las ciruelas, a todos se les empezó a hacer agua la boca. ¡Plop, plop! Como si tuvieran un poquito de jugo ya. De repente, ya no sentían tanta, tanta sed. ¡Hasta se olvidaron un poco de lo cansados que estaban!
Con la idea de las ricas ciruelas en la cabeza, los soldados sintieron nuevas energías. "¡Vamos, vamos, a por esas ciruelas!", se animaron unos a otros. Y empezaron a marchar más rápido, soñando con el sabor de la fruta.
Así, gracias a la idea ingeniosa del general, pudieron seguir caminando un buen trecho más. Y ¿saben qué? Un poco más tarde, ¡de verdad encontraron un río con agua fresca y cristalina!
Aunque no había ciruelas justo en ese momento, la idea de ellas les había ayudado a seguir adelante hasta encontrar el agua de verdad. Y así, todos pudieron beber y refrescarse, ¡todo gracias a un bosque de ciruelas que, por un ratito, solo existió en su imaginación!
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