La mantis que intentó detener un carro
Fábulas chinas
En un día muy, muy caluroso, cuando el sol brillaba con todas sus fuerzas, una pequeña mantis religiosa estaba muy ocupada con sus cosas de mantis en medio de un camino de tierra. Estaba buscando un bichito rico para almorzar o quizás simplemente disfrutando del calorcito.
De repente, la tierra empezó a temblar un poquito. ¡Bum, bum, bum! Un ruido se hacía cada vez más fuerte. La mantis levantó su cabecita triangular y vio a lo lejos algo enorme que se acercaba. ¡Era un carruaje! Un carruaje grande, tirado por dos caballos fuertes y veloces, y encima iba un señor conduciéndolo.
Cualquier otro insecto pequeño habría salido corriendo o volando para esconderse. Pero esta mantis era especial. O quizás un poco testaruda. En lugar de huir, se plantó firme en medio del camino. Levantó sus dos patitas delanteras, esas que parecen bracitos para rezar, y las puso en posición de pelea, como si fuera un gran guerrero. ¡Parecía decir: "¡Alto ahí! ¡Por aquí no pasas!".
El cochero, que era el señor que conducía el carruaje, vio a la pequeña mantis desde lo alto. Primero, entrecerró los ojos, pensando: "¿Qué es esa cosita verde en mi camino?". Cuando se acercó más, vio que era una mantis intentando detener su enorme carruaje.
El cochero no se enojó. Al contrario, le pareció muy gracioso y hasta un poco admirable. Pensó: "¡Vaya, qué valiente es este insectito! Cree que puede detener a mis grandes caballos y a mi pesado carruaje solo con sus pequeñas patitas".
En lugar de pasarle por encima, lo cual habría sido muy fácil, el cochero sonrió. Con mucho cuidado, tiró un poquito de las riendas de los caballos y desvió el carruaje hacia un lado, rodeando a la pequeña y decidida mantis.
El carruaje pasó de largo, levantando un poco de polvo. La mantis se quedó allí, en medio del camino, quizás sintiéndose muy orgullosa, como si hubiera ganado una gran batalla. Movió un poquito sus antenas y siguió con sus cosas de mantis, como si nada hubiera pasado.
Y el cochero siguió su viaje, todavía sonriendo al recordar al pequeño insecto que, con toda su valentía, había intentado ser un gran obstáculo.
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