El hombre de Qi que temía que el cielo se cayera
Fábulas chinas
Imaginen un lugar muy, muy antiguo. Allí vivía un señor en un pueblo llamado Qi. Este señor tenía una preocupación muy grande, ¡enorme! Cada vez que miraba el cielo azul, pensaba con mucho miedo: "¡Ay, no! ¿Y si el cielo se cae encima de nosotros? ¿Qué pasará?"
De tanto pensar en esto, el pobre señor no podía comer bien sus fideos, ni dormir tranquilo por las noches. Se pasaba el día mirando hacia arriba, con los ojos muy abiertos, esperando lo peor.
Un día, un amigo suyo, que era muy listo y paciente, lo vio tan angustiado y le preguntó:
"Amigo mío, ¿qué te pasa? ¿Por qué tienes esa cara tan preocupada?"
El señor de Qi, suspirando, le contó su gran temor: "¡Es el cielo! ¡Tengo tanto miedo de que se desplome y nos aplaste a todos!"
Su amigo sonrió con amabilidad y le dijo: "Pero querido amigo, no tienes por qué preocuparte tanto. El cielo que ves arriba es solo aire, muchísimo aire, como el que respiramos, pero en una capa gigante. Es tan grande y ligero que no se puede caer. Es como una manta azul muy, muy suave que nos cubre."
El señor de Qi parpadeó. "¿Aire? ¿Solo aire?"
"Sí," continuó su amigo. "Y el sol, la luna y las estrellas que brillan allí son como lamparitas flotando en ese gran espacio de aire. Están muy, muy lejos y no se van a caer sobre nosotros."
El señor de Qi entonces miró al suelo y otra preocupación le vino a la cabeza: "Bueno, si el cielo no se cae... ¿y si la tierra se rompe y nos hundimos en un agujero?"
Su amigo, con una sonrisa aún más grande, le explicó: "¡Tampoco te preocupes por eso! La tierra donde pisamos es muy, muy sólida. Está hecha de mucha tierra y rocas fuertes. Es como una pelota gigante y firme que nos sostiene. No se va a romper así de fácil."
Al escuchar todas estas explicaciones tan claras, el señor de Qi empezó a sentirse mucho mejor. Respiró hondo, como si no hubiera respirado bien en días. Una pequeña sonrisa apareció en su cara. ¡Por fin! Podía dejar de preocuparse tanto por si el cielo se caía o la tierra se rompía.
Desde ese día, aunque a veces seguía mirando al cielo, ya no sentía ese miedo terrible. Y así, el señor de Qi pudo volver a disfrutar de sus comidas y a dormir profundamente, soñando con cosas bonitas en lugar de cielos que caen.
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