Más vale tarde que nunca
Fábulas chinas
En una granja llena de sol y animalitos contentos, vivía el Granjero Juan. Juan tenía muchas ovejitas blancas y lanudas que saltaban y jugaban todo el día en su corral.
Pero, ¡ay!, en la valla del corral había un agujero. No era muy grande, pero estaba allí. Un día, su vecino amable le dijo: "Juan, amigo, he visto un agujero en tu valla. Deberías arreglarlo antes de que alguna ovejita curiosa se escape o un lobo entre".
Juan, que estaba muy ocupado contando sus zanahorias, le respondió: "¡Bah! Es solo un agujerito. Mis ovejas son listas, no se escaparán. Mañana lo arreglo, quizás". Y siguió con sus cosas, olvidándose del agujero.
Pero llegó la noche, y con la noche, un lobo astuto que olfateó el agujero. ¡Zas! Por el agujero se coló y, ¡ñam!, una ovejita desapareció.
A la mañana siguiente, Juan fue a ver a sus ovejitas. ¡Contó una, dos, tres... faltaba una! "¡Oh, no! ¡Mi ovejita! ¿Dónde está?", lloriqueó Juan. Miró por todas partes y entonces vio el agujero en la valla y unas huellas de lobo. ¡Qué tristeza sintió!
Su vecino se acercó al oírlo. "Te lo dije, Juan", dijo el vecino con suavidad. "Pero no te preocupes demasiado. Aunque perdiste una oveja, todavía puedes salvar al resto si arreglas el agujero ahora".
Juan pensó: "Es verdad. Llorar no traerá de vuelta a mi ovejita, pero arreglar la valla protegerá a las demás". Así que tomó sus herramientas, madera y clavos, y ¡manos a la obra! Trabajó con cuidado y tapó el agujero muy, muy bien, asegurándose de que no quedara ni una rendija.
Desde ese día, el lobo astuto ya no pudo entrar más. Las ovejitas de Juan estuvieron seguras y felices, saltando y jugando en su corral bien reparado. Juan aprendió una lección importante: aunque a veces cometemos errores o tardamos en hacer las cosas, siempre es un buen momento para arreglarlo y evitar problemas mayores en el futuro. ¡Más vale tarde que nunca!
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