• Comprar el cofre y devolver las perlas

    Fábulas chinas
    En el lejano reino de Chu, vivía un vendedor que era un artista con la madera. Un día, hizo una caja espectacular. Usó maderas perfumadas, la adornó con pequeñas gemas de colores y la pulió hasta que brillaba como un espejo. ¡Era una obra de arte!

    Dentro de esta caja maravillosa, el vendedor puso una perla. Era una perla bonita, sí, redonda y brillante, pero para ser sinceros, la caja era mucho más llamativa que la perla que guardaba.

    Con su caja y su perla, el vendedor viajó al animado mercado del país de Zheng. Allí, extendió su manta y colocó la caja en un lugar destacado.

    Pronto, un señor del país de Zheng pasó por allí. Sus ojos se detuvieron inmediatamente en la caja. ¡Qué maravilla! ¡Qué colores! ¡Qué brillo! Nunca había visto nada igual.

    "¡Quiero esa caja!", exclamó el señor, acercándose.
    El vendedor sonrió. "Es una caja muy especial, y dentro lleva una perla valiosa", dijo.
    "No me importa la perla, ¡dígame el precio de la caja!", insistió el señor, sin poder apartar la vista de los adornos.

    El vendedor le dijo un precio bastante alto, pensando en el valor de la perla y el trabajo de la caja. El señor de Zheng no lo dudó ni un segundo. Pagó el dinero con alegría, tomó la caja con mucho cuidado y se sentó en un rincón para admirarla mejor.

    Con manos temblorosas de emoción, abrió la preciosa caja. Dentro, vio la perla. La tomó entre sus dedos, la miró un instante, y luego se levantó. Caminó de regreso hacia el vendedor, que todavía estaba recogiendo sus monedas, y le devolvió la perla.

    "Tome", dijo el señor de Zheng, "esto estaba dentro. Yo solo quería la caja".
    El vendedor se quedó con la boca abierta, mirando la perla en su mano y luego al señor que se alejaba feliz, abrazando la caja vacía como si fuera el tesoro más grande del mundo. El vendedor no sabía si reír o rascarse la cabeza, ¡qué cliente tan particular!

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