El cangrejo y la serpiente
Fábulas de Esopo
En una playa llena de conchas brillantes y pequeñas olas juguetonas, vivía un Cangrejo muy simpático. Este Cangrejo caminaba de lado, ¡clac, clac, clac!, y siempre intentaba ser bueno con todos.
Cerca de su casa de arena, vivía una Serpiente. Era larga y escurridiza, y aunque a veces parecía amigable, en el fondo era un poco astuta y le gustaba hacer las cosas a su manera, sin ser muy clara. El Cangrejo y la Serpiente eran vecinos, y el Cangrejo siempre trataba de ser un buen amigo.
El Cangrejo, que era muy honesto, le decía a menudo: "Amiga Serpiente, ¿por qué siempre te mueves con tantas curvas y secretos? Sería mejor si fueras más directa y sincera, como yo intento ser, aunque camine de lado."
Pero la Serpiente solo siseaba una risita – ¡sss, sss! – y seguía enredándose en sus propios caminos, sin hacer caso. A veces, engañaba a otros animalitos o no cumplía sus promesas.
Un día, el Cangrejo se cansó de que la Serpiente no escuchara y siguiera portándose mal. La vio durmiendo, muy estirada y quieta bajo el sol. "¡Ajá!", pensó el Cangrejo. "Ahora está recta, pero no por voluntad propia."
Con mucho cuidado, usando sus pinzas fuertes, el Cangrejo se acercó y ¡pinz! Agarró a la Serpiente de tal forma que no podía moverse ni enroscarse.
La Serpiente despertó sorprendida y un poco asustada. "¿Qué haces?", siseó.
El Cangrejo la miró y dijo con calma: "Mira, amiga. Si hubieras aprendido a ser recta y honesta en tu vida, como lo estás ahora porque no te queda de otra, no estarías en este aprieto."
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