Un día soleado en la sabana, el rey León, un Burro fuerte pero no muy listo, y un Zorro astuto y observador, decidieron ir de caza juntos. Pensaron que trabajando en equipo conseguirían más comida.

¡Y vaya que tuvieron suerte! Cazaron muchos animales y juntaron un gran montón de presas.

El León, sintiéndose muy importante, le dijo al Burro: "Amigo Burro, tú eres justo. Por favor, divide la comida entre los tres".

El Burro, que pensaba que ser justo era repartir todo en partes iguales, hizo tres montones exactamente del mismo tamaño. "Listo, majestad," dijo el Burro orgulloso, "uno para usted, uno para el Zorro y uno para mí".

Al León no le gustó NADA esto. ¿Cómo se atrevía el Burro a ponerse al mismo nivel que él, el rey? Se enfadó muchísimo. Así que, con un rugido que hizo temblar los árboles, ¡zas! Se comió al pobre Burro.

Luego, el León miró al Zorro y le dijo con voz un poco más calmada, pero todavía seria: "Zorro, ahora te toca a ti. Divide la caza".

El Zorro, que había visto todo y era muy inteligente, rápidamente hizo un montón enorme para el León, ¡casi toda la comida! Y para él, dejó solo un poquito, unas migajas.

El León sonrió. ¡Esto sí que le gustaba! "¡Qué bien lo has hecho, Zorro!", dijo el León. "Dime, ¿quién te enseñó a repartir tan sabiamente?".

El Zorro, con una pequeña reverencia, respondió: "Majestad, aprendí del Burro y de lo que le pasó".

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