• El perro y el cocinero

    Fábulas de Esopo
    En una casa muy elegante, donde vivía un señor con un perro muy contento llamado Peluso, se preparaba una fiesta enorme. ¡Habría comida por todas partes!

    Peluso, al ver tantos preparativos y oler los aromas deliciosos que salían de la cocina, pensó: "¡Mi amigo Bruno se pondría felicísimo con tanta comida! Voy a invitarlo".

    Así que Peluso corrió a buscar a Bruno, un perro callejero muy simpático, y le dijo:
    "¡Bruno, amigo! Esta noche en mi casa habrá un banquete espectacular. ¡Tienes que venir! ¡Comeremos hasta no poder más!"

    Bruno se puso contentísimo. "¡Guau, Peluso! ¡Qué buena idea! ¡Claro que iré! ¡Allí estaré sin falta!", ladró emocionado, moviendo la cola sin parar.

    Cuando llegó la noche, Bruno fue sigilosamente a la casa de Peluso. Desde la puerta, ya olía a pollo asado, a pasteles y a un montón de cosas ricas. Entró despacito a la cocina y vio mesas llenas de comida. Su cola se movía tan rápido que parecía un ventilador. "¡Mmm, qué festín me voy a dar!", pensaba Bruno, mientras se imaginaba probando cada plato.

    Pero el cocinero, que estaba muy ocupado yendo de un lado para otro, vio a Bruno. Frunció el ceño y pensó: "¿Y este perro quién es? No es de la casa. ¡Seguro vino a robarse la cena!".

    Sin pensarlo dos veces, el cocinero agarró a Bruno por las patas de atrás y, ¡zas!, lo lanzó por la ventana al jardín.

    Pobre Bruno. Aterrizó con un golpe y se quedó un poco mareado y muy, muy adolorido. Con el corazón triste y el cuerpo dolorido, se fue cojeando lentamente hacia su casa.

    En el camino, se encontró con otros perros amigos que lo vieron pasar.
    "¡Hola Bruno!", le ladraron. "¿Qué tal la fiesta en casa de Peluso? ¿Comiste mucho? ¡Cuéntanos!"

    Bruno, muy avergonzado, no quería contarles que lo habían echado de mala manera. Así que, intentando sonreír, les dijo:
    "¡Uf, amigos! La fiesta estuvo... ¡increíble! Había tanto vino bueno y tanta comida rica que... bueno, creo que comí y bebí un poquito de más. ¡Tanto, que no recuerdo muy bien cómo llegué aquí! ¡Me divertí demasiado, jeje!"

    Y así, Bruno se fue a su casa, pensando que a veces es mejor no ilusionarse demasiado rápido con las cosas.

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