La zorra y el mono
Fábulas de Esopo
En el corazón de la selva, donde los árboles son altísimos y el sol juega entre las hojas, los animales decidieron que necesitaban un nuevo rey. Se reunieron todos en un claro grande para elegir al mejor.
El Mono, que era muy ágil y divertido, empezó a dar saltos y volteretas. Hacía piruetas en el aire y ponía caras graciosas. Todos los animales se reían a carcajadas.
"¡Qué maravilla! ¡Qué divertido es!", exclamaban. "¡Queremos que el Mono sea nuestro rey!"
Y así, entre aplausos y risas, el Mono fue coronado rey. Se puso una corona hecha de hojas brillantes y se paseaba muy orgulloso.
Pero el Zorro, que era muy astuto, movió la cabeza pensativo. "Ser divertido es bueno", pensó, "pero un rey necesita algo más".
Un día, el Zorro encontró una trampa escondida en el camino. Dentro había un trozo de queso delicioso que olía muy bien. "¡Ajá! Esta es mi oportunidad", se dijo el Zorro con una sonrisa astuta.
Corrió a buscar al rey Mono. "Majestad, Majestad", le dijo haciendo una gran reverencia. "He encontrado un tesoro escondido, ¡perfecto para un rey tan grandioso como usted! Es un manjar delicioso".
El Mono, que era un poco glotón y bastante presumido, se emocionó mucho. "¿Un tesoro para mí? ¡Claro que sí! ¡Llévame allí ahora mismo!", ordenó.
El Zorro lo guio hasta la trampa. "Mire, Majestad, allí está el tesoro", señaló el Zorro.
El Mono, sin pensarlo dos veces y con los ojos brillantes por la idea del queso, metió la mano para agarrarlo y... ¡zas! Quedó atrapado.
"¡Ayuda! ¡Ayúdame, Zorro! ¡Sácame de aquí!", gritaba el Mono, asustado y adolorido.
El Zorro lo miró y, con una sonrisita, le dijo: "Vaya, vaya, Majestad. Parece que para ser un buen rey no solo se necesita saber bailar y hacer piruetas. También hay que ser un poco más listo y no dejarse engañar tan fácilmente por un trozo de queso".
Y los demás animales, que observaban desde lejos, aprendieron una importante lección ese día sobre lo que realmente se necesita para ser un buen líder.
1982 Vistas