El Murciélago, la Zarza y el Somormujo
Fábulas de Esopo
En un rincón soleado del mundo, donde los árboles susurraban secretos y el mar cantaba canciones, vivían tres personajes muy particulares. Estaba el Murciélago, que siempre andaba pensando en cómo hacerse rico; la Zarza, con sus ramitas llenas de pequeñas espinas listas para atrapar cualquier cosa; y el Ave Marina, una experta buceadora que conocía todos los secretos del océano.
Un día, al Murciélago se le ocurrió una idea brillante. "¡Amigos!", exclamó. "¿Por qué no nos hacemos socios y montamos un negocio? Yo puedo pedir dinero prestado para comprar cosas bonitas. Tú, Zarza, con tus espinas, puedes ayudarnos a conseguir lanas y telas de las ovejas y los viajeros. Y tú, Ave Marina, puedes bucear y encontrar tesoros perdidos en el mar".
A la Zarza y al Ave Marina les pareció una idea estupenda. ¡Serían los comerciantes más famosos del lugar!
Así que el Murciélago pidió un montón de monedas prestadas. La Zarza se preparó para enganchar con sus espinas todo lo que pudiera. Y el Ave Marina afiló su vista para encontrar objetos brillantes bajo las olas. Compraron un pequeño barco y lo llenaron con las mercancías que el Murciélago había conseguido con el dinero prestado.
¡Qué emoción! Se hicieron a la mar, soñando con todas las ganancias que obtendrían. Pero, ¡ay!, el mar a veces es un poco travieso. De repente, una tormenta enorme apareció en el cielo. El viento sopló con fuerza, las olas se hicieron gigantes y su barquito, ¡cataplum!, se hundió con todo lo que llevaban dentro.
Los tres amigos lograron llegar a la orilla, mojados y muy tristes. Habían perdido todo: el dinero, las mercancías y sus sueños de ser ricos.
Desde aquel día, las cosas cambiaron para ellos.
El Murciélago, como debía mucho dinero y no tenía cómo pagarlo, empezó a tener miedo de encontrarse con aquellos a los que les debía. Por eso, ahora solo se atreve a salir de noche, cuando todos duermen y nadie puede reclamarle sus deudas.
La Zarza, muy enfadada por haber perdido su oportunidad de negocio, se quedó en los caminos. Y cada vez que alguien pasa cerca con ropa o lana, ¡zas!, intenta enganchar un trocito con sus espinas, pensando que quizás así recupera algo de lo que perdió en el mar.
Y el Ave Marina, con la esperanza de encontrar algo de su cargamento hundido, no para de volar sobre la costa y zambullirse una y otra vez en el agua, buscando y buscando entre las olas.
Y así es como, por una aventura de negocios que no salió como esperaban, estos tres amigos terminaron haciendo las cosas que hoy en día vemos que hacen.
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