Hermes y el escultor
Fábulas de Esopo
Hermes, el dios mensajero con alas en los pies, un día tuvo muchísima curiosidad. Quería saber qué tan importante era para la gente en la Tierra.
Así que, ¡zas!, bajó del Olimpo, se puso ropa normal para que nadie lo reconociera y entró en el taller de un escultor. ¡Cuántas estatuas bonitas había allí!
Vio una estatua grande y poderosa de Zeus, el rey de todos los dioses.
"Disculpe, señor escultor," preguntó Hermes, "¿cuánto cuesta esta estatua tan bonita de Zeus?"
El escultor, orgulloso, dijo: "Esa vale cien monedas de oro, ¡es el rey!"
Luego, Hermes señaló una estatua de Hera, la esposa de Zeus.
"¿Y esta de Hera, la reina?"
El escultor sonrió: "Esa también es muy valiosa, noventa monedas de oro."
Hermes vio una estatua de sí mismo, con sus alitas en los pies y su sombrero. Pensó: "Seguro que la mía es la más cara, ¡yo soy el mensajero rápido e inteligente!"
Así que preguntó con una sonrisita: "Y esta de aquí, la de Hermes, ¿cuánto vale?"
El escultor lo miró y le dijo: "Bueno, si me compra la de Zeus y la de Hera, ¡le regalo la de Hermes!"
Hermes se quedó un poco triste y pensativo. Aprendió ese día que no siempre somos tan importantes como creemos, y que es bueno ser humilde.
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