• El pescador flautista

    Fábulas de Esopo
    En la orilla de un río azul y brillante, donde los pájaros cantaban como si tuvieran una fiesta, vivía un pescador llamado Tomás. A Tomás le encantaba pescar, ¡era su cosa favorita en el mundo!

    Un día, Tomás preparó su caña, su sombrero para el sol y una gran sonrisa. "Hoy pescaré un pez enorme", pensó con ilusión. Lanzó el anzuelo al agua y esperó... y esperó... y esperó un poquito más. El sol subía y Tomás empezaba a tener un poquito de hambre.

    De repente, ¡zas! Algo tiró de la caña. "¡Ajá!", gritó Tomás emocionado. Tiró con cuidado y... ¡oh! En el anzuelo había un pececito, ¡tan chiquitito que casi se podía ver a través de él! Era plateado y sus ojitos eran como dos puntitos negros brillantes.

    Tomás lo miró un poco decepcionado. "Bueno, algo es algo", pensó. Pero justo cuando iba a guardarlo en su cesta, el pececito abrió su boquita y dijo con una vocecita temblorosa: "¡Oiga, señor pescador! ¡Espere un momento!"

    Tomás se sorprendió tanto que casi se le cae el sombrero. "¿Un pez que habla?", pensó. "¡Qué cosa más rara!"

    El pececito continuó: "Soy muy pequeño ahora, ¿verdad? Casi no alcanzo ni para una muela. Pero si me devuelve al río, creceré grande y fuerte. ¡En unos meses seré un banquete delicioso para usted! ¡Seré el pez más gordo y sabroso que haya visto! ¡Lo prometo!"

    Tomás se rascó la cabeza. La idea de un pez grande y jugoso sonaba muy bien. Pero... ¿y si el pececito no volvía? ¿Y si otro pescador lo atrapaba antes? ¿O si un pez más grande se lo comía?

    Finalmente, Tomás sonrió con amabilidad y le dijo al pececito: "Amiguito, eres muy listo y tu oferta es tentadora. Pero un pececito seguro en mi cesta hoy, aunque sea pequeño, es mejor que un pez grande que quizás nunca vuelva a mi anzuelo mañana. Una comida pequeña pero segura es mejor que una gran comida que solo es una promesa."

    Y así, Tomás se llevó al pececito a casa. Quizás no era el pez más grande del río, pero era una cena segura para ese día. Y el pececito, aunque pequeño, aprendió que a veces las promesas futuras no son suficientes cuando hay una necesidad presente.

    1717 Vistas