En el fondo del mar azul, donde el sol apenas llegaba, vivía una familia de cangrejos. Un día, Mamá Cangrejo vio a su hijo, Cangrejito, jugando en la arena.

"Cangrejito," dijo Mamá Cangrejo con voz un poco seria, "¿por qué siempre caminas de lado? ¡Pareces un bailarín torpe! Intenta caminar derecho, como los peces."

Cangrejito miró a su mamá con sus ojitos redondos. "Pero mamá," respondió, "¿cómo se camina derecho? ¿Podrías enseñarme tú, por favor?"

"¡Claro que sí, cariño!" dijo Mamá Cangrejo, muy segura de sí misma. "Es muy fácil. Solo tienes que poner una pata delante de la otra, así..."

Mamá Cangrejo se preparó. Respiró hondo. Intentó dar un paso hacia adelante... ¡pero zas! Se movió de lado, igual que siempre. Lo intentó otra vez, y otra vez. Pero no importaba cuánto se esforzara, sus patitas solo sabían moverse de lado, haciendo un gracioso "clic-clac" en la arena.

Cangrejito la miraba y sonrió un poquito.

Mamá Cangrejo se detuvo y miró sus propias patas. Luego miró a Cangrejito. Entendió que era un poco difícil pedirle a alguien que hiciera algo que ella misma no podía hacer.

Desde ese día, Mamá Cangrejo ya no le dijo a Cangrejito cómo caminar, y los dos siguieron explorando el fondo del mar, caminando de ladito, felices como siempre.

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