• El Molinero, Su Hijo y el Asno

    Fábulas de Esopo
    En un pueblito rodeado de campos verdes, vivía un molinero con su hijo. Un día, decidieron llevar a su burrito al mercado para venderlo.

    Caminaban los tres juntos: el molinero, el hijo y el burrito. Al pasar por un grupo de gente, alguien dijo en voz alta: "¡Qué tontos! Tienen un burro y van caminando".
    El molinero pensó que quizás tenían razón. Así que le dijo a su hijo: "Súbete tú al burrito, hijo".

    El niño se subió contento al burrito. Poco después, encontraron a unas señoras que comentaron: "¡Qué niño más vago! Él tan cómodo en el burro y su pobre padre caminando".
    El molinero se sintió un poco avergonzado. "Bájate, hijo", dijo. "Mejor me subo yo".

    El hijo bajó y el molinero se montó en el burrito. Más adelante, unos campesinos los vieron y exclamaron: "¡Qué padre tan cruel! Él montado y el pobre niño caminando con este calor".
    El molinero suspiró. ¡Qué difícil era contentar a todos! "Sube tú también, hijo", le dijo. "Así nadie podrá decir nada".

    Así que el molinero y su hijo iban los dos montados en el pequeño burrito. Al acercarse al mercado, un hombre les gritó: "¡Pero qué barbaridad! ¡Pobre animal! ¡Van a reventar a ese burrito con tanto peso!".
    El molinero y su hijo se miraron. Ya no sabían qué hacer.

    Entonces, al molinero se le ocurrió una idea (no muy buena, la verdad). "Hijo", dijo, "si no podemos montarlo, ¡tendremos que llevarlo nosotros!".
    Ataron las patas del burrito a un palo largo y, con mucho esfuerzo, cada uno agarró un extremo del palo y levantaron al burrito. La gente del mercado se reía a carcajadas al ver semejante escena.

    El burrito, asustado y colgado de esa forma tan rara, empezó a moverse y a dar coces. Justo cuando cruzaban un puente sobre un río, el burrito se agitó tanto que rompió las cuerdas, ¡PLOF!, y cayó al agua. Y como no sabía nadar muy bien, se lo llevó la corriente.

    El molinero y su hijo se quedaron en el puente, tristes y sin burrito. Habían intentado complacer a todo el mundo y, al final, no solo no complacieron a nadie, sino que perdieron a su burrito. A veces, es mejor escuchar a tu propio corazón y hacer lo que crees correcto.

    1640 Vistas