El clavo
Cuentos de los Hermanos Grimm
Un comerciante, de esos que siempre van con el reloj en la mano, tenía un viaje muy importante a una ciudad lejana para hacer un gran negocio. Montó en su caballo más rápido, un animal fuerte y veloz.
Justo antes de salir, el mozo de la cuadra, que cuidaba de los caballos, le dijo:
—Señor, a la herradura de la pata izquierda trasera le falta un clavo.
—¡Bah! —respondió el comerciante con impaciencia—. Por un clavo no voy a perder tiempo. ¡Tengo prisa!
Y así, partió al galope, dejando una nube de polvo detrás.
Cabalgó un buen rato, el caballo iba clop, clop, clop, muy contento. Pero después de un tiempo, como el clavo no estaba sujetando bien, la herradura empezó a moverse un poquito con cada paso. Clop, clop... ¡clanc! Y ¡zas! la herradura se cayó en el camino. El comerciante, con tanta prisa, ni se dio cuenta.
El caballo siguió corriendo, pero ahora sin una herradura, la pata empezó a dolerle. Primero fue una molestia pequeña, pero luego, al pisar una piedra, ¡ay!, le dolió más. Empezó a cojear: cojín, coján, cojín, coján.
El comerciante tiraba de las riendas, ¡vamos, más rápido!, pero el pobre animal ya no podía correr como antes. De repente, ¡pum!, el caballo tropezó con una raíz y se cayó, lastimándose la pata seriamente. Ya no podía dar un paso más.
El comerciante, muy enfadado, tuvo que dejar al caballo descansando bajo un árbol y seguir el resto del camino a pie. Caminó y caminó, sudando y quejándose, pero claro, a pie se tarda mucho más que a caballo.
Cuando por fin llegó a la ciudad, ya era muy tarde. El sol se estaba escondiendo y las puertas del mercado estaban cerrando. El negocio que quería hacer, ¡ya se lo había llevado otro comerciante que llegó a tiempo!
El comerciante se sentó en un banco, cansado, triste y sin su negocio. Entonces pensó: "Si hubiera escuchado al mozo... Por no querer arreglar un simple clavo, perdí la herradura. Por perder la herradura, mi caballo se lastimó. Por lastimarse el caballo, tuve que caminar. Por caminar, llegué tarde. Y por llegar tarde, perdí mi gran negocio. ¡Todo por un pequeño clavo!".
Y así aprendió que a veces, las cosas pequeñas que no cuidamos pueden causar problemas muy grandes.
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