• El nabo

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En un pueblito no muy lejano, vivían dos hermanos. Uno era un campesino bueno y trabajador, aunque no tenía mucho dinero. El otro era rico, pero un poco gruñón y envidioso.

    Un día, el campesino pobre plantó una semillita de nabo en su huerto. Regó la semillita con cuidado y el sol la calentó. ¡Y vaya sorpresa! El nabo empezó a crecer, y crecer, ¡y crecer! Se hizo tan grande como una calabaza gigante, ¡o incluso más! Era el nabo más enorme que nadie había visto jamás.

    El campesino pensó: "Este nabo es tan especial que debería llevárselo al rey. Seguro que le gustará". Con mucho esfuerzo, cargó el nabo gigante en su carretilla y se fue caminando hasta el palacio.

    Cuando el rey vio aquel nabo tan extraordinario, se quedó con la boca abierta. "¡Increíble!", exclamó. "Nunca había visto nada igual. Por este regalo tan único y maravilloso, te daré oro, tierras y caballos". El campesino pobre se puso contentísimo y volvió a casa siendo un hombre rico y feliz.

    Cuando el hermano rico se enteró de la suerte de su hermano pobre, ¡se puso verde de envidia! "¡No es justo!", pensó. "Si él consiguió tanto por un simple nabo, yo le llevaré al rey regalos mucho mejores y me dará todavía más".

    Así que el hermano rico cargó sus mejores caballos y cofres llenos de oro y joyas y se los presentó al rey, esperando una recompensa aún mayor.

    El rey miró los regalos del hermano rico y luego lo miró a él. "Ya tienes mucho oro y muchas tierras", dijo el rey. "¿Qué podría darte yo que no tengas ya? Pero como has sido tan... generoso," (el rey sonrió un poquito por dentro) "te daré el regalo más grande y valioso que tengo en mi reino ahora mismo".

    Y el rey ordenó a sus sirvientes que le entregaran al hermano rico... ¡el nabo gigante!

    El hermano rico se enfadó muchísimo. ¡Un nabo! ¡A él, que le había llevado oro y caballos! Estaba tan furioso que tuvo que contratar a varios hombres para que le ayudaran a llevarse el nabo a su casa.

    Lleno de rabia contra su hermano, planeó vengarse. Contrató a unos bandidos para que fueran a casa de su hermano, lo ataran y lo abandonaran en el bosque.

    Pero el hermano, que ahora era rico y también bastante listo, se enteró del plan. Cuando los bandidos llegaron a su casa por la noche, él ya se había escondido. Buscó y buscó, y se metió dentro de un saco vacío que encontró cerca de una pequeña capilla que había en el camino.

    Los bandidos, al no encontrarlo en casa, vieron el saco en la oscuridad. "¡Debe estar aquí dentro!", susurró uno. Así que agarraron el saco, pensando que su hermano estaba dentro, y se lo llevaron a cuestas.

    Mientras caminaban, pasaron justo al lado de la capilla. El hermano, desde dentro del saco, imitó una voz profunda y misteriosa, como si viniera del cielo: "¡Oh, pecadores que lleváis ese saco! ¡Si os arrepentís de vuestras malas acciones ahora mismo, seréis perdonados!".

    Los bandidos se asustaron tanto al oír aquella voz que soltaron el saco de golpe y salieron corriendo como si hubieran visto un fantasma, sin mirar atrás.

    El hermano salió del saco, riéndose un poco de lo fácil que había sido engañarlos. Y así, el hermano que una vez fue pobre vivió feliz y tranquilo con su nueva fortuna, demostrando que la bondad y un poquito de astucia pueden traer grandes recompensas. ¿Y el hermano rico? Bueno, tuvo que quedarse con el nabo gigante y con su mal humor por mucho, mucho tiempo.

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