• El cazador experto

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En un pueblito rodeado de bosques vivía un joven muy listo. Primero aprendió a ser cerrajero, ¡podía abrir cualquier cerradura! Pero un día pensó: "Ser cazador es más emocionante". Y así, se fue al bosque a probar suerte.

    Caminando, caminando, se encontró con tres gigantes que estaban charlando. El primero dijo: "Yo puedo hacer girar nueve molinos de viento solo con soplar por un agujero de mi nariz". El segundo presumió: "Yo corro tan rápido que dejo atrás al viento". Y el tercero añadió: "Yo puedo oír crecer la hierba y ver una mosca en una montaña a kilómetros de distancia".

    El joven cazador se acercó y les dijo: "¡Hola! Busco trabajo".
    El primer gigante, el de la nariz poderosa, le dijo: "Si eres tan bueno, ve a mi bodega y tráeme un poco de vino. Pero cuidado, la puerta es muy difícil de abrir".
    El joven fue, y como era un cerrajero experto, ¡clic, clac!, abrió la puerta sin problemas y le llevó el vino. El gigante quedó tan impresionado que le regaló una escopeta mágica que nunca fallaba el tiro.

    Luego fue con el segundo gigante, el corredor veloz. "Si eres tan hábil", le dijo el gigante, "ve al Árbol de la Vida y tráeme una manzana". El árbol era altísimo y la manzana estaba en la rama más alta. El joven apuntó con su escopeta mágica, ¡pum!, y la manzana cayó justo en sus manos. El gigante, maravillado, le regaló una capa que, al ponérsela, lo hacía invisible.

    Finalmente, se presentó ante el tercer gigante, el de la vista y oído agudos. "Hay una princesa", le contó el gigante, "que fue raptada por un dragón terrible y está prisionera en un castillo en la Montaña Negra. Si la rescatas, te daré algo muy especial".
    El joven cazador, con su escopeta que no fallaba y su capa de invisibilidad, se sintió valiente. El gigante, contento con su decisión, le dio un caballo mágico que podía volar y correr por cualquier superficie, ¡incluso sobre el agua!

    El cazador montó su caballo mágico y voló hasta la Montaña Negra. Se puso su capa invisible y entró al castillo sin que nadie lo viera. Allí estaba la princesa, muy triste, y el dragón de siete cabezas dormitando a sus pies. Con mucho cuidado, el cazador apuntó con su escopeta mágica y, ¡pum, pum, pum, pum, pum, pum, pum!, acabó con las siete cabezas del dragón. Como prueba de su hazaña, cortó las siete lenguas del dragón y las guardó en su bolsillo.

    Estaba tan cansado después de la pelea que se quedó dormido allí mismo. La princesa, al verlo, se alegró muchísimo. Para agradecerle, le quitó con cuidado un pañuelo que él llevaba, bordó su nombre en él y se lo volvió a poner. También le puso un anillo de oro que ella llevaba en su dedo y tomó un trocito de la camisa del cazador como recuerdo.

    Mientras dormía, apareció el malvado Mariscal del rey. Al ver al dragón muerto, se llevó a la princesa y la amenazó para que dijera que él había sido el héroe. El rey, feliz de tener a su hija de vuelta, anunció que se casaría con el Mariscal.

    Cuando el joven cazador despertó, vio que la princesa no estaba. Montó en su caballo mágico y cabalgó hasta la ciudad, justo a tiempo para la fiesta de bodas.
    El rey, para celebrar, dijo: "Quien pueda disparar una flecha y atravesar una manzana puesta sobre la cabeza de mi hija, demostrará su valentía". El Mariscal, temblando, intentó negarse, pero el rey insistió.
    El joven cazador, invisible gracias a su capa, se acercó y, justo cuando el Mariscal iba a disparar, él usó su escopeta mágica y la bala atravesó la manzana perfectamente. ¡Todos aplaudieron al Mariscal!

    Luego, el rey pidió otra prueba: "Quien pueda beberse una copa entera de vino sin derramar una gota mientras da una vuelta a caballo por la plaza, será aún más valiente". El Mariscal casi se cae del caballo, pero el cazador invisible sostuvo la copa y lo ayudó.

    La princesa, al ver el pañuelo con su nombre en el cuello del joven cazador que se había quitado la capa, y el anillo en su dedo, supo la verdad. "¡Papá!", gritó. "¡Él es mi verdadero salvador! El Mariscal es un mentiroso".
    El joven cazador sacó las siete lenguas del dragón. "Un dragón sin lenguas no puede ser el que mató el Mariscal", dijo.
    El rey revisó al dragón que habían traído al patio y, efectivamente, ¡le faltaban las lenguas!

    El Mariscal fue castigado por mentiroso, y el joven cazador, que era valiente, listo y honesto, se casó con la princesa. Y fueron muy felices, usando a veces la escopeta para cazar la cena, la capa para jugar al escondite y el caballo mágico para dar paseos por las nubes.

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