La mortaja
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un lugar no muy lejano, donde los pájaros cantaban melodías dulces por la mañana y las flores sonreían al sol, vivía una mamá con su hijito. Este niño era alegre como un cascabel y sus risas llenaban la casa de felicidad. ¡Era el sol de sus días!
Pero un día, zas, como una nubecita que se va sin avisar, el niño se fue al cielo. La mamá se puso muy, muy triste. Lloraba por la mañana, lloraba por la tarde y lloraba por la noche. Sus lágrimas eran tantas que podrían haber llenado un charquito en el jardín. Extrañaba tanto a su pequeño que no encontraba consuelo.
Una noche, mientras la luna llena espiaba curiosa por la ventana, ¡algo pasó! El hijito apareció al pie de la cama de su mamá. Estaba vestido con su pequeña ropita blanca con la que lo habían acostado para su largo sueño, como un pequeño fantasmita bueno. Pero, ¡ay!, su ropita estaba toda mojada, como si hubiera jugado bajo una lluvia muy fuerte.
El niño miró a su mamá con sus ojitos dulces y le dijo con una vocecita suave: "Mamá, por favor, no llores más. Mira, mi ropita está empapada por todas tus lágrimas. No puedo descansar calentito y seco en mi camita del cielo si sigues llorando tanto."
La mamá abrió los ojos grandes, grandes por la sorpresa. ¡No se había dado cuenta de que su tristeza mojaba la ropita de su niño! Abrazó el aire donde había estado su hijito y, aunque su corazón seguía triste, entendió.
Desde ese día, la mamá decidió guardar sus lágrimas más adentro, en un rinconcito especial de su corazón. Cuando pensaba en su hijito, intentaba recordar sus risas, sus juegos y todo lo bonito que habían vivido juntos. Ya no lloraba sin parar.
A la noche siguiente, el hijito volvió a aparecer por un momentito. ¡Esta vez su ropita blanca estaba sequita y reluciente! Le sonrió a su mamá, una sonrisa tranquila y feliz. "Gracias, mamá," susurró. "Ahora sí puedo descansar en paz y jugar entre las nubes."
Y con un pequeño adiós con la manita, el niño desapareció, dejando a su mamá con una tristeza más suave, como una nubecita blanca y esponjosa que flota tranquila en el cielo azul. Ella supo que su hijito estaba bien y feliz, y eso le dio un poquito de calor en el corazón.
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