El reyezuelo y el oso
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un bosque grande y verde, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, vivían muchos animales. Un día, el Oso paseaba con su amigo, el Lobo. De repente, el Oso escuchó un canto muy bonito.
"¡Qué maravilla!" exclamó el Oso. "¿Quién canta así, Lobo? ¡Debe ser el rey de los pájaros!"
El Lobo, que era muy sabio, le dijo: "Ese es el Reyezuelo, amigo Oso. Es pequeño, pero tiene una voz poderosa."
El Oso, muy curioso, quiso ver el palacio del Reyezuelo. "¡Llévame a su casa!" pidió. El Lobo intentó convencerlo de que no era buena idea, porque la casa del Reyezuelo era muy sencilla, pero el Oso insistió.
Llegaron a un arbusto, y allí, en una ramita, estaba el nido del Reyezuelo. Era pequeño y hecho de ramitas y musgo. El Oso miró el nido y se rio. "¡Vaya palacio! ¡Parece una choza muy pobre!" dijo en voz alta.
Dentro del nido, el Reyezuelo y su esposa escucharon todo. El Reyezuelo salió muy enfadado. "¡Oso maleducado!" gritó. "¡Has insultado mi hogar y a mi familia! ¡Esto no se quedará así! ¡Te declaro la guerra!"
El Oso y el Lobo se asustaron un poco, pero el Oso dijo: "¡Bah! ¿Qué puede hacernos un pajarito?"
Así que el Oso reunió a todos los animales de cuatro patas: el ciervo, el jabalí, el zorro y muchos más. El Zorro, que era muy astuto, fue nombrado general.
Por su parte, el Reyezuelo llamó a todas las criaturas que vuelan: abejas, avispas, mosquitos, y por supuesto, todos los pájaros. Él mismo sería el general de los aires.
Antes de la batalla, el Zorro les dijo a sus tropas: "Si las cosas van mal, levantaré mi cola bien alto. Esa será la señal para retirarse."
El Reyezuelo, muy listo, envió al Avispón como espía. El Avispón voló sin hacer ruido y se escondió cerca del Zorro.
Cuando comenzó la batalla, el Avispón voló directo hacia el Zorro y le picó con fuerza debajo de la cola.
"¡Ay, ay, ay!" gritó el Zorro, y de puro dolor, levantó la cola bien alto. Luego la bajó, pero el dolor era tan fuerte que la volvió a levantar. ¡Una, dos y hasta tres veces!
Los animales de cuatro patas vieron la cola del Zorro en alto y pensaron: "¡Es la señal! ¡Estamos perdiendo!" Y todos salieron corriendo, muy asustados, cada uno a su madriguera.
Los pájaros y los insectos celebraron su victoria. ¡Habían ganado la guerra!
El Reyezuelo y su familia estaban a salvo en su nido. El Oso, muy avergonzado, fue a pedirle perdón al Reyezuelo. "Lo siento mucho, Reyezuelo. Tu casa es un hogar maravilloso," dijo con la cabeza baja.
El Reyezuelo, que tenía un gran corazón, lo perdonó. Y desde ese día, el Oso aprendió que no hay que juzgar a nadie por su tamaño o por cómo es su casa, porque hasta el más pequeño puede ser el más valiente y tener grandes amigos.
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