Los tres hijos de la fortuna
Cuentos de los Hermanos Grimm
Imaginen un papá que estaba a punto de despedirse de este mundo. Tenía tres hijos y muy pocas cosas para dejarles. Así que llamó al primero y le dio un gallo cantor. Al segundo, una guadaña brillante. Y al tercero, un gato juguetón. "Vayan por el mundo," les dijo, "y busquen un lugar donde estas cosas simples sean tesoros."
El primer hijo caminó y caminó hasta llegar a una isla. Allí, la gente nunca había visto un gallo. Cuando su gallo cantó "¡Quiquiriquí!" al amanecer, todos se asombraron. "¡Qué maravilla!", exclamaron. "¡Un pájaro que nos dice cuándo empieza el día!" Le dieron un saco lleno de oro por el gallo, ¡y él se fue feliz!
El segundo hijo también viajó lejos y encontró otra isla. En esa isla, la gente cortaba el trigo con mucho esfuerzo, usando pequeñas herramientas que tardaban una eternidad. Cuando sacó su guadaña y, ¡zas, zas!, cortó un montón de trigo en un momento, todos abrieron la boca. "¡Increíble!", dijeron. "¡Con eso podemos cosechar mucho más rápido!" Le compraron la guadaña por otro saco aún más grande de oro.
El tercer hijo llegó a una isla donde, ¡ay!, había un problema muy grande: ¡ratones! Estaban por todas partes: en las casas, en la comida, ¡hasta en el sombrero del rey! El rey estaba desesperado. Entonces, el hijo soltó a su gato. El gato, al ver tantos ratones, se puso feliz y ¡a cazar! En poco tiempo, no quedó ni un ratón. El rey estaba tan contento que le dio al muchacho ¡una montaña de oro por el gato!
Los tres hermanos regresaron a casa, cada uno más rico que el otro. Con el gallo, la guadaña y el gato, habían encontrado su fortuna. Y así vivieron contentos, recordando siempre el último regalo de su papá.
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