El hijo del portero
Cuentos de Andersen
En el sótano de una casa muy, muy grande, donde vivía gente muy elegante y con dinero, vivía también un niño llamado Jorge. Su papá era el portero, el señor que cuidaba la puerta y se aseguraba de que todo estuviera en orden.
Desde su ventana pequeñita del sótano, Jorge a veces veía a una niña rubia y muy bonita llamada Emilia. Ella era la hija de los dueños de la casa y jugaba en el jardín con vestidos preciosos, como si fuera una pequeña princesa. Jorge la miraba desde lejos y pensaba: "¡Qué linda es! Ojalá yo fuera un príncipe para poder jugar con ella". Pero él solo era el hijo del portero.
Un día, Jorge encontró un trozo de madera y, con una navajita vieja que le regaló su papá, empezó a tallar. Hizo un perrito, luego un pájaro, ¡y le quedaron muy bien! Descubrió que le encantaba crear figuras con sus manos. A veces, Emilia lo veía desde su ventana y sonreía al ver sus pequeñas obras de arte.
Jorge creció, y su amor por tallar madera y luego modelar arcilla también creció. Soñaba con ser un gran escultor. "Algún día", se decía, "haré estatuas tan hermosas que todo el mundo las admirará, ¡y quizás Emilia también!".
Así que Jorge trabajó muy, muy duro. Aprendió de otros artistas, practicó día y noche. A veces pasaba hambre, pero no dejaba de soñar y de trabajar. Con el tiempo, sus esculturas se hicieron famosas. La gente decía: "¡Qué maravilla! ¡Parecen vivas!".
Pasaron muchos años. Jorge ya no era un niño pobre del sótano. Ahora era un escultor famoso y respetado, con su propio estudio y dinero. Pero nunca olvidó a Emilia, la niña que parecía una princesa.
Un día, decidió volver a la casa grande donde había crecido. Todo estaba un poco cambiado, pero el jardín seguía allí. Y en el jardín, vio a una mujer. Ya no era una niña, claro, pero su sonrisa seguía siendo igual de dulce. Era Emilia.
Jorge se acercó, un poco nervioso. "Disculpe", dijo. "Soy Jorge, el hijo del portero que vivía aquí hace muchos años".
Emilia lo miró, sorprendida. Luego sonrió. "¡Jorge! ¡Claro que me acuerdo de ti! El niño que hacía figuritas de madera tan bonitas".
Conversaron mucho tiempo. Jorge le contó sus viajes, su trabajo, y cómo ella, sin saberlo, había sido su inspiración. Emilia le contó su vida, sencilla y tranquila. Descubrieron que, aunque venían de mundos diferentes, tenían muchas cosas en común.
Y así fue como Jorge, que una vez fue solo el hijo del portero, y Emilia, la niña que jugaba en el jardín, se hicieron muy buenos amigos. Y después de un tiempo, se dieron cuenta de que se querían mucho y decidieron casarse. Jorge demostró que con mucho esfuerzo y un corazón lleno de sueños, ¡todo es posible! Y vivieron muy felices, rodeados de hermosas estatuas y mucho amor.
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