Ratatöskr, la ardilla de la mitología nórdica
Mitología nórdica
¿Alguna vez han oído hablar de un árbol tan, tan grande que sus ramas tocaban el cielo y sus raíces llegaban hasta lo más profundo de la tierra? Pues ese árbol existía, y se llamaba Yggdrasil. Era el árbol del mundo, ¡imagínense qué importante!
En la copa más alta de Yggdrasil, donde las nubes parecían almohadas, vivía un águila muy sabia, con plumas brillantes como el sol. Y abajo, muy abajo, entre las raíces más oscuras y secretas, se enroscaba un dragón un poco gruñón llamado Nidhogg, que siempre estaba mordisqueando las raíces del árbol.
Y entre ellos dos, ¡adivinen quién correteaba sin parar por el tronco de Yggdrasil! Una ardillita muy astuta y parlanchina llamada Ratatosk. ¡Era más rápida que un rayo y tenía una cola espesa y saltarina!
El trabajo de Ratatosk, o al menos lo que a él le gustaba hacer, era llevar mensajes de arriba abajo y de abajo arriba. Pero Ratatosk no era una simple cartera. ¡No, no! A él le encantaba añadir un poquito de picante a cada mensaje, como si le pusiera chile a un cuento.
Por ejemplo, si el águila, desde su altura, quizás decía con calma: "Dile a ese dragón que deje de morder mis raíces con tanta fuerza, ¡me hace cosquillas!".
Ratatosk bajaba corriendo como una flecha, con los ojos brillantes de emoción, y le contaba a Nidhogg: "¡Oye, dragón! ¡El águila dice que eres un destructor de árboles y que tus mordiscos son horribles y molestos!".
Nidhogg, que ya era gruñón de por sí, se enfadaba mucho y respondía con un rugido: "¡Pues dile a esa presumida emplumada que deje de mirarme desde arriba como si fuera la reina del mundo y que sus graznidos me dan dolor de cabeza!".
Y Ratatosk, encantado, subía velozmente por el tronco para decirle al águila: "¡El águila! ¡El dragón dice que eres una mandona insoportable y que tus cantos son espantosos!".
Y así, Ratatosk se pasaba el día, subiendo y bajando, llevando insultos y chismes de un lado a otro. A él le parecía muy divertido ver cómo el águila y el dragón se enfadaban un poquito, aunque nunca llegaban a pelearse de verdad. Era como un juego para él.
Quizás pensaba que así el gran árbol Yggdrasil no se aburría nunca, con tanto movimiento y palabrerío. O quizás, simplemente, a Ratatosk le gustaba ser el centro de la acción, el pequeño mensajero travieso que mantenía las cosas... interesantes.
Y así, la pequeña ardilla Ratatosk seguía con su tarea, asegurándose de que en el gran árbol del mundo siempre hubiera algo de qué hablar. ¡Qué ardilla tan particular!
1666 Vistas