• La Atadura de Fenrir

    Mitología nórdica
    En el reino de Asgard, donde los dioses como Odín y Thor tenían sus aventuras, vivía un personaje un poco travieso llamado Loki. Loki tuvo unos hijos muy especiales. Uno de ellos era un lobo llamado Fenrir. Al principio, Fenrir era un cachorrito juguetón, pero ¡vaya que creció rápido! Se hizo enooorme y supeeer fuerte. Tanto, que hasta los dioses más valientes empezaron a mirarlo con un poquito de nerviosismo.

    "Este lobo es demasiado grande", susurraban entre ellos. "Y cada día es más fuerte. ¿Qué pasará si un día se enfada mucho?" Así que decidieron que tenían que atarlo, por si acaso.

    Primero, le trajeron una cadena que parecía muy resistente y le dijeron con una sonrisa: "Fenrir, amigo, ¿a que no puedes romper esta cadena tan chula? Es solo un juego para ver qué tan fuerte eres". Fenrir, que le encantaba presumir de fuerza, dijo: "¡Claro que sí!" Se estiró un poco, dio un tirón y ¡zas! La rompió como si fuera un espagueti crudo. Los dioses se miraron un poco preocupados.

    Entonces, fueron a buscar una cadena mucho, mucho más gorda y fuerte. "Esta seguro que no la rompes, Fenrir", le dijeron, intentando sonar confiados. Fenrir la miró, resopló, se concentró mucho, tensó todos sus músculos y ¡CRAC! También la rompió, aunque esta vez le costó un poquito más de trabajo. Los dioses ya no sabían qué hacer.

    Desesperados, Odín mandó a un mensajero al mundo de los enanos, que eran los mejores artesanos y magos para crear cosas increíbles. "Necesitamos algo para atar a Fenrir", les pidió el mensajero, "algo que sea imposible de romper".

    Los enanos, muy listos ellos, se pusieron a trabajar y fabricaron una cinta mágica llamada Gleipnir. Cuando la terminaron, parecía suave y delgada como un lazo de seda. ¡Pero no se dejen engañar por su apariencia! Estaba hecha con cosas muy extrañas y que casi no existen: el sonido de las pisadas de un gato, la barba de una mujer, las raíces de una montaña, los tendones de un oso, el aliento de un pez y la saliva de un pájaro. ¡Cosas imposibles!

    Los dioses llevaron Gleipnir a Fenrir. "Mira, Fenrir", le dijeron, "hemos encontrado esta cinta. Parece muy frágil, ¿verdad? Seguro que la rompes sin esfuerzo. Es solo para demostrar que ninguna atadura puede contigo".

    Fenrir, que no era ningún tonto, miró la cinta delgada y luego a los dioses. Algo le olía raro. "Hmmmm", pensó el lobo. "Si es tan fácil de romper, ¿por qué están todos tan serios? Esto parece una trampa". Así que dijo: "Está bien, lo intentaré. Pero para demostrar que no me van a engañar y que esto es un juego limpio, uno de ustedes tiene que poner su mano en mi boca mientras me atan. Si hay algún truco, morderé".

    Los dioses se quedaron callados. ¡Nadie quería poner su mano en la boca de Fenrir! Pero entonces, el dios Tyr, que era el más valiente y justo de todos, dio un paso al frente. "Yo lo haré", dijo, y con mucha calma, metió su mano derecha entre los enormes colmillos del lobo.

    Los otros dioses, con mucho cuidado, ataron a Fenrir con la cinta mágica Gleipnir. El lobo empezó a tirar, a sacudirse, a usar toda su fuerza gigantesca. Pero cuanto más tiraba, más se apretaba la cinta. ¡No podía romperla! Era suave, pero increíblemente fuerte.

    Fenrir se dio cuenta de que lo habían engañado. Lleno de furia, cerró su poderosa mandíbula y ¡ñam! Mordió la mano de Tyr. El valiente dios aguantó el dolor sin gritar.

    Así, el gran lobo Fenrir quedó atado. Los dioses estaban aliviados porque Asgard estaba a salvo, pero también un poco tristes por Tyr, que había perdido su mano para lograrlo. Fenrir, muy enfadado, quedó prisionero, esperando y esperando. Y Tyr, aunque ahora solo tenía una mano, fue recordado por todos como el dios más valiente y honorable.

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