Los duendes y el zapatero
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un taller acogedor vivían un zapatero muy bueno y su esposa. Eran trabajadores, pero últimamente, las cosas no iban muy bien. Un día, al zapatero solo le quedaba cuero para hacer un único par de zapatos. Con cuidado, cortó el cuero y lo dejó sobre su mesa de trabajo, listo para coserlo por la mañana. Luego, se fue a dormir, un poco preocupado.
¡Qué sorpresa se llevó a la mañana siguiente! Sobre la mesa, en lugar del cuero cortado, había un par de zapatos preciosos, ¡perfectamente hechos! El zapatero no podía creerlo. Eran tan bonitos que un cliente rico los compró enseguida por mucho dinero.
Con ese dinero, el zapatero compró cuero para dos pares más. Dejó el cuero cortado en la mesa por la noche. Y a la mañana siguiente, ¡allí estaban! Dos pares de zapatos aún más maravillosos.
Esto siguió pasando noche tras noche. El zapatero solo tenía que cortar el cuero, y por la mañana encontraba los zapatos listos y perfectos. Pronto, el zapatero y su esposa volvieron a tener dinero y eran muy felices.
Una noche, justo antes de Navidad, el zapatero le dijo a su esposa: "¿Qué tal si nos quedamos despiertos para ver quién nos ayuda tanto?". A la esposa le pareció una gran idea. Así que encendieron una vela, se escondieron detrás de una cortina y esperaron.
A medianoche, ¡aparecieron dos duendecillos! Eran muy pequeños, no llevaban ropa y se pusieron a trabajar rapidísimo, cosiendo y martillando con sus deditos ágiles. En un abrir y cerrar de ojos, los zapatos estuvieron listos y los duendes desaparecieron.
El zapatero y su esposa estaban muy agradecidos. La esposa dijo: "Esos duendecillos deben tener frío sin ropa. ¡Les haré ropita pequeña!". Y el zapatero dijo: "¡Y yo les haré unos zapatitos diminutos!".
Trabajaron con mucho cariño y prepararon dos camisitas, dos pantaloncitos y dos pares de botitas. Esa noche, en lugar del cuero, dejaron los regalos sobre la mesa.
Cuando los duendes llegaron, ¡qué contentos se pusieron al ver la ropa y los zapatos! Se vistieron enseguida, cantando y bailando de alegría. Bailaron por toda la habitación y luego salieron por la puerta, ¡y nunca más los vieron!
Pero al zapatero y a su esposa les fue bien para siempre. Todo lo que hacían les salía de maravilla, y vivieron felices el resto de sus días.
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