• Ceres y la diosa de la agricultura

    Mitología romana
    En un mundo donde el sol brillaba con alegría y las flores pintaban los campos de mil colores, vivía Ceres, la diosa de la agricultura. ¡Gracias a ella, teníamos deliciosos panes y frutas jugosas! Ceres tenía una hija llamada Proserpina, una joven alegre y curiosa a la que le encantaba correr por los prados recogiendo flores con sus amigas, las ninfas.

    Un día, mientras Proserpina recogía unos narcisos especialmente bonitos cerca de un lago, ¡zas! La tierra se abrió de repente y de ella surgió un carro oscuro tirado por caballos negros como la noche. En el carro iba Plutón, el rey del mundo subterráneo, el lugar a donde iban las almas después de la vida. Plutón se sentía un poco solo en su reino oscuro y, al ver a Proserpina tan llena de vida y luz, pensó que sería la reina perfecta para compartir su mundo. Así que, sin pensarlo dos veces, la tomó suavemente en sus brazos, subió a su carro y desapareció con ella bajo tierra antes de que Proserpina pudiera siquiera gritar.

    Cuando Ceres se dio cuenta de que Proserpina no volvía, ¡se preocupó muchísimo! Su corazón de madre le decía que algo malo había pasado. La buscó por todas partes, día y noche, con una antorcha en cada mano, preguntando a las nubes, a los ríos y hasta a las pequeñas hormigas si habían visto a su hija. Nadie sabía nada.

    Ceres estaba tan triste y desesperada que se olvidó de su trabajo. Dejó de cuidar los campos. Las plantas dejaron de crecer, las flores se marchitaron, los árboles no dieron frutos y la tierra se volvió fría y gris. La gente empezó a pasar hambre y frío.

    Al ver tanto sufrimiento, Júpiter, el rey de todos los dioses y hermano de Ceres y Plutón, decidió intervenir. Envió a Mercurio, el mensajero de los dioses que tenía alas en los pies, para que volara rápido al mundo subterráneo. "Dile a Plutón", ordenó Júpiter, "que debe dejar volver a Proserpina con su madre. ¡La tierra entera está sufriendo!"

    Mercurio llegó al oscuro reino de Plutón y le dio el mensaje. Plutón, aunque quería mucho a Proserpina y ella ya se estaba acostumbrando a ser reina de aquel lugar misterioso, entendió que Ceres la extrañaba demasiado y que el mundo de arriba lo necesitaba. "Está bien", dijo Plutón, "Proserpina puede irse, pero antes, ¿quieres probar esta fruta, querida? Es una granada, ¡deliciosa y jugosa!"

    Proserpina, que tenía un poco de hambre después de tanto tiempo y no sabía que había una regla mágica muy antigua, aceptó y comió unos cuantos granitos rojos y brillantes de la granada. ¡No sabía que quien come algo en el mundo subterráneo queda atado a él para siempre!

    Cuando Proserpina subió de nuevo a la luz del sol y se reencontró con su madre Ceres, ¡fue la mayor alegría del mundo! La tierra entera pareció sonreír: las flores volvieron a brotar, los campos se tiñeron de verde y los pájaros cantaron. Pero entonces, Plutón reveló que Proserpina había comido de la granada.

    Júpiter tuvo que tomar una decisión justa para todos. Como Proserpina había comido solo unos pocos granos, no tendría que quedarse para siempre en el mundo subterráneo. Decidió que Proserpina pasaría una parte del año con su madre Ceres en la tierra, y otra parte del año con su esposo Plutón, como reina del mundo subterráneo.

    Y así es como, según cuentan, tenemos las estaciones. Cuando Proserpina está con Ceres en la tierra, la diosa está tan feliz que todo florece y crece: es la primavera y el verano. Pero cuando llega el momento de que Proserpina baje al mundo subterráneo con Plutón, Ceres se pone triste y extraña a su hija. Entonces, la tierra se enfría, las hojas caen y todo descansa: es el otoño y el invierno, esperando pacientemente el regreso de Proserpina para que la alegría y el color vuelvan al mundo.

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