La Mesa, el Asno y el Bastón
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un pueblito rodeado de verdes colinas, vivía un sastre con sus tres hijos. También tenían una cabra que comía las mejores hojas y necesitaba pastar todos los días.
Un día, el sastre le dijo a su hijo mayor: "Lleva la cabra al prado para que coma bien". El hijo la llevó, y al atardecer le preguntó: "Cabrita, ¿estás llena?". La cabra respondió: "Estoy tan llena, que no quiero más, ¡mee, mee!". Así que volvieron a casa. Pero cuando el sastre le preguntó a la cabra si había comido suficiente, la cabra mentirosa dijo: "¡Apenas probé bocado!". El sastre, enojado, echó a su hijo de casa.
Lo mismo pasó con el segundo hijo. Llevó la cabra, ella dijo que estaba llena, pero en casa dijo que tenía hambre. ¡Y el segundo hijo también fue echado!
Finalmente, el tercer hijo llevó a la cabra. Ella aseguró estar llenísima, pero al llegar a casa, ¡volvió a mentir! El sastre, furioso, también lo echó.
Al día siguiente, el sastre mismo llevó a la cabra al prado. Le dio las hierbas más tiernas. Al atardecer, la cabra dijo: "Estoy tan llena, que no quiero más, ¡mee, mee!". Pero al volver, el sastre, sospechando, le preguntó de nuevo. La cabra, sin saber que él la había cuidado, dijo: "¡Casi nada comí!". El sastre se dio cuenta del engaño, afeitó a la cabra y la espantó con un látigo.
Mientras tanto, el hijo mayor se hizo aprendiz de carpintero. Al terminar su aprendizaje, su maestro le regaló una mesita. "No es una mesa cualquiera", le dijo. "Si dices 'Mesita, ¡ponte!', se cubrirá de los más ricos manjares". El joven, feliz, emprendió el camino a casa. Paró en una posada y, para cenar, dijo: "Mesita, ¡ponte!". Al instante, la mesa se llenó de comida. El posadero, que era muy astuto, vio esto y por la noche, mientras el joven dormía, cambió la mesita mágica por una idéntica pero normal. Al día siguiente, el joven llegó a casa de su padre y quiso mostrar la magia, pero la mesa no hizo nada.
El segundo hijo se hizo aprendiz de molinero. Su maestro, al despedirlo, le dio un burro especial. "Si le dices 'Burrito, ¡haz oro!', soltará monedas de oro por delante y por detrás". El joven, contento, fue a la misma posada. Cuando necesitó pagar, dijo: "Burrito, ¡haz oro!", y el animalito produjo un montón de monedas. El posadero, maravillado, cambió el burro mágico por uno común durante la noche. Al llegar a casa, el joven intentó mostrar el milagro, pero el burro solo hizo lo que hacen los burros normales.
El tercer hijo se hizo aprendiz de un tornero de madera. Al terminar, su maestro le dio un saco con un garrote adentro. "Si alguien te quiere hacer daño", le dijo, "solo grita '¡Garrote, sal del saco!', y el garrote golpeará al malvado hasta que digas '¡Garrote, vuelve al saco!'". El joven llegó a la posada donde sus hermanos habían sido engañados. Sospechando algo, habló en voz alta de su saco maravilloso que contenía un tesoro increíble. El posadero, codicioso, intentó robar el saco por la noche. El joven gritó: "¡Garrote, sal del saco!". El garrote salió y empezó a golpear al posadero sin piedad.
"¡Ay, ay! ¡Para, por favor!", suplicaba el posadero.
"Devuélveme la mesita que se pone sola y el burrito que hace oro", exigió el joven, "o el garrote no parará".
El posadero, adolorido, confesó todo y devolvió la mesa y el burro. El joven dijo: "¡Garrote, vuelve al saco!", y el garrote obedeció.
Al día siguiente, el hijo menor llegó a casa de su padre con la mesa, el burro y el saco. "Padre", dijo, "mira esto". Puso la mesa y exclamó: "¡Mesita, ponte!". Al instante, se llenó de comida. Luego, trajo al burro: "¡Burrito, haz oro!", y cayeron monedas relucientes. El sastre estaba feliz.
"Y si alguien intenta molestarnos", añadió el joven, mostrando el saco, "tengo algo para defendernos".
Desde ese día, el sastre y sus tres hijos vivieron muy contentos, sin que les faltara nada. ¿Y la cabra mentirosa? Dicen que corrió tanto que nadie la volvió a ver.
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