• El Retiro de Amaterasu a la Cueva Celestial

    Mitología japonesa
    ¿Alguna vez se han preguntado qué pasaría si el sol decidiera tomarse unas vacaciones? Pues, algo así sucedió hace muchísimo tiempo en Japón, donde vivían dioses y diosas muy importantes.

    La diosa más brillante de todas era Amaterasu, la diosa del sol. Ella era como un foco gigante y alegre que iluminaba todo el cielo y la tierra. Gracias a ella, las flores crecían, los pajaritos cantaban y todos estaban contentos. Amaterasu tenía un hermano, Susanoo, el dios de las tormentas y el mar. Susanoo era un poco travieso, ¡y a veces muy, muy travieso! Le gustaba hacer bromas pesadas y causar alboroto.

    Un día, Susanoo se pasó de la raya. Hizo tantas travesuras que Amaterasu se enojó muchísimo. Primero, destruyó los hermosos campos de arroz que Amaterasu cuidaba con tanto cariño. Luego, hizo algo aún peor: mientras Amaterasu y sus ayudantes tejían telas preciosas, Susanoo lanzó un caballo por el techo del taller. ¡Qué susto! Una de las ayudantes se asustó tanto que se lastimó y ya no pudo seguir tejiendo.

    Amaterasu se puso tan triste y furiosa que dijo: "¡Ya no quiero ver a nadie! ¡Me voy!". Y se escondió en una cueva muy oscura llamada la Cueva Celestial de Roca, y tapó la entrada con una piedra enorme.

    De repente, ¡zas! El mundo entero se quedó a oscuras. Sin Amaterasu, no había sol. Las plantas empezaron a marchitarse, los animales se pusieron tristes y la gente tenía mucho frío. ¡Era un desastre!

    Los otros dioses y diosas se reunieron muy preocupados. "¡Tenemos que hacer algo!", decían. "¡Necesitamos que Amaterasu vuelva!". Pensaron y pensaron, hasta que a uno se le ocurrió una idea genial.

    Primero, juntaron a todos los gallos para que cantaran muy fuerte, como si ya fuera de día. Luego, colgaron un espejo brillante y unas joyas hermosas en un árbol frente a la cueva. Y entonces, apareció Ame-no-Uzume, la diosa de la alegría y la danza.

    Uzume se subió a una tina de madera volteada y empezó a bailar de una forma tan chistosa, ¡zapateando y haciendo muecas! Bailaba con tanta energía y alegría que todos los dioses empezaron a reír a carcajadas. ¡Ja, ja, ja! ¡Jo, jo, jo! Hacían tanto ruido con sus risas que parecía la fiesta más divertida del universo.

    Dentro de la cueva, Amaterasu escuchó todo ese alboroto. "¿Qué será tanta risa?", se preguntó con curiosidad. "Yo estoy aquí triste y ellos se están divirtiendo...". No pudo aguantar más y movió un poquito la piedra para espiar.

    Al asomarse, vio el espejo que habían colgado. En él, vio un reflejo de una diosa increíblemente brillante y hermosa. "¿Quién es esa diosa tan radiante?", pensó Amaterasu, sin darse cuenta de que se estaba viendo a sí misma.

    Los otros dioses le dijeron: "¡Amaterasu! ¡Hemos encontrado una diosa aún más espléndida que tú! ¡Por eso estamos tan contentos!".

    Amaterasu, un poco celosa y muy curiosa por ver a esa "nueva" diosa, salió un poco más de la cueva. En ese instante, un dios muy fuerte llamado Tajikarao, que estaba escondido al lado de la entrada, ¡zas!, la tomó de la mano y la ayudó a salir por completo. Rápidamente, sellaron la entrada de la cueva con una cuerda mágica para que no pudiera volver a esconderse.

    Y de repente, ¡PUM! La luz del sol inundó el mundo otra vez. Las flores levantaron sus cabecitas, los pájaros cantaron más fuerte que nunca y todos sintieron el calorcito alegre del sol. ¡Amaterasu había vuelto!

    Todos los dioses celebraron y Susanoo, después de todo el lío que causó, tuvo que disculparse y aprendió que sus bromas podían tener consecuencias muy serias.

    Y así fue como, gracias a una danza divertida y a la curiosidad de la diosa del sol, la luz regresó al mundo para quedarse.

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