• Pangu crea el cielo y la tierra

    Mitología china
    Imagina un tiempo, hace tanto, tanto que no podemos ni contarlo, cuando no había ni sol, ni luna, ni estrellas, ¡ni siquiera un pedacito de tierra para jugar! Todo era una oscuridad blandita y revuelta, como si estuvieras dentro de un huevo gigante y oscuro.

    Dentro de este huevo gigante, dormía un gigante muy grande llamado Pangu. Durmió y durmió por miles y miles de años. ¡Qué siesta tan larga! Un día, Pangu se despertó. Se estiró y bostezó, ¡y vaya sorpresa! Se dio cuenta de que estaba muy apretado allí dentro. "¡Necesito espacio!", pensó.

    Así que Pangu tomó un hacha enorme que tenía (¿de dónde la sacó? ¡Es un misterio de gigantes!) y ¡ZAS! Partió el huevo en dos. ¡CRAC!

    Lo que era ligero y brillante flotó hacia arriba y se convirtió en el cielo azul. Lo que era pesado y oscuro se quedó abajo y se convirtió en la tierra firme. ¡Pero Pangu se preocupó! Pensó: "¿Y si el cielo y la tierra se vuelven a juntar?".

    Así que, para que no pasara, Pangu se puso de pie entre el cielo y la tierra. Con su cabeza empujaba el cielo hacia arriba y con sus pies empujaba la tierra hacia abajo. Cada día, el cielo subía un poquito más, la tierra se hacía un poquito más ancha, y Pangu también crecía un poquito más para mantenerlos separados. ¡Imagínate qué alto se volvió!

    Esto duró muchísimos años, tantos que Pangu se hizo viejito y muy, muy cansado. Había trabajado tanto para crear el mundo que ya no le quedaban fuerzas. Finalmente, Pangu se acostó para descansar y, de tan cansado que estaba, se durmió para siempre.

    Pero, ¡aquí viene lo más asombroso! Aunque Pangu ya no estaba, su cuerpo se transformó para hacer el mundo aún más bonito.
    Su último aliento se convirtió en el viento que sopla y las nubes que flotan.
    Su voz se convirtió en el trueno que retumba en las tormentas.
    Su ojo izquierdo se hizo el sol brillante que nos da calor durante el día.
    Y su ojo derecho se hizo la luna redonda y plateada que nos ilumina por la noche.
    Su pelo y su barba se convirtieron en las estrellas que parpadean en el cielo.
    Sus brazos y piernas se transformaron en las grandes montañas.
    Su sangre se convirtió en los ríos y los mares que corren por la tierra.
    Y los pequeños pelos de su piel se convirtieron en las flores, los árboles y toda la hierba.

    Y así fue como el gigante Pangu, con su gran esfuerzo y su cuerpo, creó el mundo maravilloso en el que vivimos hoy. ¡Qué gran trabajo hizo!

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