• El piojo y la pulga

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    Imaginen esto: dentro de una pequeña cáscara de huevo, ¡qué lugar tan curioso!, vivían juntos un piojo y una pulga. Un día, decidieron hacer un poco de cerveza. Estaban muy concentrados en su tarea cuando, ¡ay!, el piojo se resbaló y cayó dentro de la cerveza caliente. ¡Pobre piojo! Se quemó y ya no se movió más.

    La pulga, al ver lo que le había pasado a su amigo, se puso a llorar desconsoladamente. Lloraba tan fuerte que sus sollozos se oían por todas partes.

    Una puertecita que estaba cerca escuchó el llanto y preguntó con curiosidad: "Pulgita, ¿por qué lloras con tanta tristeza?"
    La pulga respondió entre sollozos: "Lloro porque mi amigo el piojo se ha caído en la cerveza y se ha quemado."
    Al oír esto, la puertecita sintió mucha pena y empezó a chirriar sin parar: "¡Crriiic, crriiic!"

    Una escobita que andaba barriendo por allí escuchó el chirrido de la puerta y preguntó: "Puertecita, ¿por qué haces tanto ruido?"
    La puerta respondió: "Chirrío de pena porque la pulguita llora, porque su amigo el piojo se ha quemado."
    La escobita, muy triste también, empezó a barrer y barrer con mucha fuerza, levantando polvo por todos lados. ¡Fush, fush!

    Un carrito que pasaba rodando vio a la escoba barrer tan agitada y preguntó: "Escobita, ¿por qué barres con tanta energía?"
    La escoba contestó: "Barro así porque la puertecita chirría de pena, porque la pulguita llora, porque su amigo el piojo se ha quemado."
    El carrito, al escuchar la triste noticia, se puso tan triste que empezó a rodar y rodar calle abajo sin control. ¡Run, run, run!

    Un montoncito de ceniza que descansaba tranquilamente vio pasar al carrito a toda velocidad y preguntó: "Carrito, ¿por qué ruedas tan deprisa?"
    El carrito respondió mientras rodaba: "Ruedo porque la escobita barre con fuerza, porque la puertecita chirría de pena, porque la pulguita llora, porque su amigo el piojo se ha quemado."
    Las cenizas, sintiendo una gran tristeza, se levantaron y se esparcieron por el aire.

    Un arbolito que crecía cerca sintió las cenizas volando y preguntó: "Cenizas, ¿por qué voláis por todas partes?"
    Las cenizas susurraron con el viento: "Volamos porque el carrito rueda deprisa, porque la escobita barre con fuerza, porque la puertecita chirría de pena, porque la pulguita llora, porque su amigo el piojo se ha quemado."
    El arbolito, muy apenado, empezó a sacudir todas sus hojas con fuerza, como si estuviera temblando de tristeza.

    Una niñita que iba con su cántaro a buscar agua vio al árbol sacudirse y preguntó: "Arbolito, ¿por qué tiemblas y sacudes tus hojitas?"
    El árbol respondió con voz temblorosa: "Sacudo mis hojas porque las cenizas vuelan, porque el carrito rueda deprisa, porque la escobita barre con fuerza, porque la puertecita chirría de pena, porque la pulguita llora, porque su amigo el piojo se ha quemado."
    La niñita, al oír toda la cadena de tristezas, sintió tanta pena que se le cayó el cántaro al suelo y ¡crac!, se rompió en muchos pedazos.

    La fuentecita de donde la niña iba a coger agua vio el cántaro roto y preguntó: "Niñita, ¿por qué has roto tu bonito cántaro?"
    La niña respondió llorando: "Rompí mi cántaro porque el arbolito sacude sus hojas, porque las cenizas vuelan, porque el carrito rueda deprisa, porque la escobita barre con fuerza, porque la puertecita chirría de pena, porque la pulguita llora, porque su amigo el piojo se ha quemado."

    Entonces, la fuentecita, sintiendo una pena inmensa por todo lo ocurrido, empezó a brotar y a brotar agua con tanta, tanta fuerza, que el agua empezó a correr y correr, inundándolo todo a su paso. Y así, la tristeza se extendió por todas partes.

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