• El Niño de la Virgen María

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En el corazón de un bosque espeso, donde los árboles susurraban secretos al viento, vivía un leñador muy pobre con su esposa. Tenían tantos hijos que apenas les alcanzaba la comida para todos. Un día, cuando nació su hija más pequeña, el leñador no sabía qué hacer. De repente, apareció una señora muy hermosa, vestida de luz. Era la Virgen María.

    "No te preocupes, buen hombre," dijo con voz dulce. "Yo cuidaré de tu hijita." Y así, la niña se fue a vivir al Cielo. ¡Qué lugar tan maravilloso! Todo era brillante y alegre, y la niña jugaba con angelitos y comía pasteles de nubes.

    Un día, la Virgen María le dijo: "Querida niña, tengo que hacer un viaje largo. Aquí tienes las llaves de doce puertas del Paraíso. Puedes abrir todas las que quieras, ¡pero la decimotercera puerta está prohibida! No la abras por nada del mundo."

    La niña prometió obedecer. Abrió las primeras doce puertas y vio cosas maravillosas: estrellas que cantaban, flores de todos los colores. Pero la decimotercera puerta... ¡qué curiosidad! No pudo resistir. Metió la llave, giró, y la puerta se abrió. Dentro vio una luz tan brillante que tuvo que entrecerrar los ojos. Asustada, cerró la puerta rápido, pero ¡oh, no! Su dedito meñique se había manchado de oro.

    Cuando la Virgen María regresó, le preguntó: "¿Abriste la decimotercera puerta?"
    La niña, con el corazón latiéndole fuerte, dijo: "No, no la abrí."
    La Virgen María la miró y supo que mentía por el dedito dorado. "Como no quisiste decir la verdad, ya no puedes vivir en el Cielo," dijo tristemente. "Y además, no podrás hablar."

    De repente, la niña se encontró en un bosque oscuro y sola. Vivía en el hueco de un árbol viejo, comía bayas y raíces, y no podía decir ni una palabra. Pasaron los años.

    Un día, un rey joven y apuesto estaba cazando en el bosque. Vio a la hermosa muchacha y, aunque no podía hablar, se enamoró de su dulce mirada. La llevó a su palacio y se casó con ella.

    Al año, tuvieron un bebé precioso. Esa noche, la Virgen María apareció y le dijo a la reina: "Si confiesas que abriste la puerta, te devolveré la voz y a tu hijo." Pero la reina, terca, negó otra vez. La Virgen María se llevó al bebé.

    La gente del palacio empezó a susurrar que la reina era mala. Al año siguiente, nació otro bebé. De nuevo apareció la Virgen María, y de nuevo la reina mintió. Y otra vez, el bebé desapareció.

    Cuando nació el tercer bebé, pasó lo mismo. La reina no confesó, y el bebé fue llevado. Ahora todos en el reino estaban seguros de que la reina era una bruja que se comía a sus hijos. El rey, con gran dolor, tuvo que condenarla a morir en la hoguera.

    Cuando las llamas empezaron a subir, la reina sintió un arrepentimiento enorme. "¡Oh, si tan solo pudiera confesar!" pensó con todas sus fuerzas. Y en ese instante, ¡pudo hablar!
    "¡Sí, abrí la puerta prohibida!" gritó.
    En ese momento, la Virgen María apareció. Apagó el fuego con una lluvia de pétalos de rosa y trajo a los tres niños, sanos y sonrientes.
    "Porque has dicho la verdad y te has arrepentido, estás perdonada," dijo la Virgen María.

    La reina abrazó a sus hijos y a su esposo, el rey. Todos en el reino se alegraron mucho. Y desde ese día, la reina siempre dijo la verdad y vivieron felices para siempre.

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