Zeus y los monos
Fábulas de Esopo
En el Olimpo, donde viven los dioses y las diosas con sus sandalias aladas y sus túnicas brillantes, Zeus, el rey de todos ellos, un día se sintió un poco aburrido. Para animar las cosas, se le ocurrió una idea genial: ¡organizar un concurso de belleza para bebés!
"¡Atención, atención!", anunció Hermes, el mensajero de los dioses, volando por todo el mundo animal. "¡El gran Zeus convoca a un concurso para encontrar al bebé más adorable de la creación! ¡Habrá un premio muy especial para el ganador!"
Pronto, una multitud de animales orgullosos comenzó a llegar al claro donde Zeus esperaba en su trono dorado. La leona llegó pavoneándose con su cachorro de melena incipiente, rugiendo suavemente para mostrar lo fuerte y guapo que era. La señora osa presentó a su osito regordete, que hacía monerías y saludaba con la patita. El pavo real desplegó su cola majestuosa detrás de su polluelo, que aunque pequeño, ya prometía ser igual de deslumbrante.
Cada mamá y papá animal estaba convencido de que su cría era la más hermosa. "¡Miren sus manchas!", decía la mamá jirafa. "¡Observen qué pico tan elegante!", exclamaba el papá tucán.
De repente, entre la multitud, apareció una mamá mona. Caminaba con calma, llevando en brazos a su monito. El pequeño tenía la nariz un poco chata, las orejas un poquito separadas y una carita muy simpática, aunque no era lo que los demás consideraban "clásicamente" hermoso.
Al verlo, algunos animales no pudieron evitar soltar una risita disimulada. "¡Pero qué bebé tan particular!", susurró la gacela al antílope. El jabalí incluso resopló con diversión.
La mamá mona escuchó los murmullos, pero no se enfadó. Abrazó con más fuerza a su pequeño y, con una sonrisa llena de cariño, se acercó a Zeus.
"Gran Zeus", dijo con voz clara y orgullosa. "Sé que mi bebé puede no parecerse a los demás. Quizás su nariz no sea respingona ni sus ojos del color del cielo. Pero para mí, este monito es el ser más precioso del universo entero. Es juguetón, cariñoso y tiene la risa más contagiosa. ¡No lo cambiaría por ningún otro bebé del mundo, ni por todo el oro del Olimpo!"
El monito, al sentir el abrazo de su mamá, le dio un besito en la mejilla.
Zeus, que había observado todo, sonrió con sabiduría. Aunque no dijo quién ganó el concurso ese día, todos los animales aprendieron algo importante: para una mamá, su hijo siempre será el más hermoso y especial, porque el amor verdadero ve mucho más allá de las apariencias. Y eso, pensó Zeus, era más valioso que cualquier premio.
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