• El ciervo y el agua

    Fábulas de Esopo
    Un día, bajo el sol brillante, un ciervo con una sed enorme llegó a un arroyo de aguas cristalinas. Mientras bebía, vio su reflejo en el agua.
    "¡Vaya!" pensó. "¡Qué cuernos tan magníficos tengo! Son grandes y elegantes, como una corona." Se sintió muy orgulloso de ellos.
    Luego miró sus patas. "Pero estas patas... ¡qué delgadas y débiles parecen! No me gustan nada, son muy feas."

    De repente, ¡zas! Un león hambriento saltó de entre los arbustos, ¡listo para cazar!
    El ciervo, con el corazón latiéndole a mil por hora, se dio la vuelta y empezó a correr tan rápido como pudo. Sus patas delgadas, esas que no le gustaban, resultaron ser increíblemente veloces. ¡Volaba sobre la hierba!

    El león lo perseguía, pero el ciervo era más rápido y casi lo dejaba atrás. Para escapar mejor, el ciervo se metió en el bosque espeso.
    Pero ¡ay! Sus hermosos y grandes cuernos, de los que estaba tan orgulloso, se enredaron en las ramas bajas de los árboles. Intentó liberarse, tiró y tiró, pero no podía.

    El león, que venía jadeando detrás, lo alcanzó fácilmente.
    Mientras el león se acercaba, el ciervo pensó con tristeza: "Qué tonto he sido. Mis patas, que tanto critiqué, me estaban salvando la vida. Y mis cuernos, mi mayor orgullo, son los que me han metido en este lío."

    Y así fue como el ciervo aprendió que a veces, las cosas que menos valoramos son las más útiles, y aquello de lo que presumimos puede ser lo que nos cause problemas.

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