• Zeus y las abejas

    Fábulas de Esopo
    En un prado lleno de flores de mil colores, vivía una abejita muy especial. Esta abejita no era una abeja cualquiera. ¡Hacía la miel más deliciosa de todo el mundo! Era dulce, dorada y olía a todas las flores del campo.

    Un día, la abejita pensó: "Mi miel es tan increíblemente rica, ¡debería llevarle un poco a Zeus, el rey de todos los dioses que vive en el Monte Olimpo! Seguro que le encantará."

    Así que llenó su mejor tarrito con la miel más brillante y voló, y voló, batiendo sus pequeñas alas con todas sus fuerzas, hasta llegar al majestuoso Monte Olimpo. Allí, se presentó ante Zeus, que estaba sentado en su gran trono.

    "Oh, gran Zeus," dijo la abejita con una vocecita temblorosa pero orgullosa, "te he traído un regalo. Es la mejor miel de mi colmena."

    Zeus, con su barba imponente y ojos curiosos, tomó el tarrito y probó una gotita de miel. Sus ojos se abrieron de par en par. "¡Mmmmmm! ¡Esto es néctar de dioses!", exclamó. "¡Nunca he probado nada tan delicioso, pequeña abeja!"

    La abejita se infló de orgullo. "Me alegro mucho de que te guste, poderoso Zeus. Pero," añadió con un tono un poco más serio, "me preocupa que otros quieran robarme esta miel tan especial. ¿Podrías, por favor, darme un arma para proteger mi tesoro?"

    Zeus la miró. Le había encantado la miel, pero no le gustó tanto la idea de que la abeja quisiera un arma para hacer daño. Pensó un momento y luego dijo con voz grave:

    "Pequeña abeja, tu miel es un regalo maravilloso. Te concederé lo que pides. Te daré un aguijón afilado. Con él podrás defender tu miel. Pero hay una condición muy importante: si usas tu aguijón para picar a alguien, el aguijón se quedará clavado, y tú... tú perderás la vida."

    La abejita se quedó helada. Ella solo quería proteger su miel, ¡no imaginaba que su deseo tendría un precio tan alto! Desde ese día, las abejas tienen un aguijón para defenderse, pero saben que usarlo significa su propio fin. Y así aprendió la abejita, y todas las abejas después de ella, que la maldad o el deseo de hacer daño a otros, a menudo se vuelve contra uno mismo.

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