El asno con piel de león
Fábulas de Esopo
Un día soleado en el campo, un burrito un poco aburrido llamado Pipo paseaba cerca del bosque. De repente, entre unos arbustos, encontró algo muy curioso: ¡una piel de león! Parecía que un cazador la había olvidado allí.
A Pipo se le encendió una lucecita en la cabeza. "¡Qué idea tan divertida!", pensó. "Si me pongo esta piel, todos los animales pensarán que soy un león de verdad y me tendrán mucho respeto".
Con un poco de esfuerzo, Pipo se metió dentro de la piel de león. Le quedaba un poco grande, pero se las arregló. Se miró en el reflejo de un charco y sonrió. ¡Parecía un león bastante convincente!
Así disfrazado, Pipo caminó orgulloso hacia el prado donde pastaban las ovejas. Al verlo, las ovejas balaron asustadas: "¡Beeee, un león, un león!" y salieron corriendo en todas direcciones. Pipo se sintió muy importante.
Luego, se acercó al gallinero. Las gallinas, al ver esa figura grande y con melena, cacarearon con pánico: "¡Coc, coc, coc, peligro!" y se escondieron donde pudieron. ¡Incluso el perro del granjero, que era muy valiente, se metió debajo de un carro con el rabo entre las patas!
Pipo estaba encantado. ¡Ser temido era mucho más emocionante que ser un simple burrito! Se pavoneaba por todas partes, disfrutando del miedo que causaba. Se sentía tan poderoso y feliz que, en un momento de máxima emoción, quiso dar un gran rugido para impresionar aún más.
Abrió su boca grande, tomó mucho aire y, en lugar de un rugido feroz, de la piel de león salió un sonoro y clarísimo: "¡HIIII-JOOOO, HIIII-JOOOO!".
Todos los animales que habían huido se detuvieron en seco. Las ovejas dejaron de correr. Las gallinas asomaron la cabeza. El perro del granjero levantó las orejas. Se miraron unos a otros, confundidos.
Un zorro astuto que observaba la escena desde lejos, se acercó con cuidado. Miró bien al supuesto león, vio unas orejas largas y grises que asomaban un poquito por el cuello de la piel y empezó a reírse a carcajadas.
"¡Pero si no es un león!", gritó el zorro entre risas. "¡Es solo Pipo el burrito con un disfraz!".
Al oír esto, las ovejas, las gallinas y hasta el perro empezaron a reír también. "¡Jajaja, Pipo quería ser un león!", se burlaban.
Pipo se sintió muy, muy avergonzado. El color se le subió a las mejillas (bueno, si los burritos pudieran sonrojarse). Rápidamente, se quitó la piel de león y se fue corriendo a su establo, con las orejas gachas, mientras los demás animales seguían riéndose.
Desde ese día, Pipo aprendió que, aunque intentes parecer otra cosa, tu verdadera naturaleza siempre acaba saliendo a la luz. Y que es mucho mejor ser un burrito auténtico y querido, que un león de mentira.
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