• El Ratón, el Pájaro y la Salchicha

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En una casita muy acogedora en medio del bosque, vivían tres amigos muy especiales: un Ratoncito, un Pajarito y una Salchicha.

    Se llevaban de maravilla y cada uno tenía su trabajo para que todo funcionara bien. El Pajarito volaba cada día al bosque a buscar leña seca para el fuego. El Ratoncito se encargaba de traer agua fresca del pozo, encender la chimenea y poner la mesa bien bonita con platos y cubiertos. Y la Salchicha... ¡era la cocinera estrella! Su trabajo era muy curioso: se metía un ratito en la olla de la sopa o el guiso para darle un sabor delicioso. ¡Mmm! Vivían muy contentos con esta rutina.

    Pero un día, mientras el Pajarito recogía ramitas, se encontró con otro pájaro. Este otro pájaro, un poco envidioso, le dijo: "Oye, amigo, parece que tú haces todo el trabajo pesado volando lejos a por leña, mientras tus compañeros se quedan en casa tan tranquilos". Al Pajarito esto le hizo pensar y pensar.

    Cuando volvió a casa, el Pajarito reunió a sus amigos y les dijo: "He estado pensando... ¿Qué tal si mañana cambiamos los trabajos? ¡Podría ser divertido probar algo diferente!". El Ratoncito y la Salchicha se miraron un poco preocupados, porque estaban acostumbrados a sus tareas, pero como querían mucho a su amigo, aceptaron.

    Al día siguiente, ¡cambio de roles! A la Salchicha le tocó ir a buscar leña. Salió rodando animadamente hacia el bosque. Pero por el camino, se cruzó con un perro grande. El perro, al ver una salchicha tan gordita y apetitosa andando sola, pensó: "¡Qué suerte la mía! ¡Una salchicha para desayunar!". Y sin más... ¡ñam! Se comió a la pobre Salchicha de un bocado.

    Mientras tanto, en la casita, el Ratoncito tenía que cocinar. Quería hacerlo exactamente igual que la Salchicha para que la comida supiera igual de rica. Así que, cuando la olla empezó a calentarse, ¡hop!, el Ratoncito saltó dentro para darle sabor. Pero claro, el Ratoncito no era una salchicha... ¡Ay, ay, ay! El agua estaba muy caliente y el pobre Ratoncito se quemó tanto, tanto, que ya no pudo salir de allí.

    El Pajarito, ajeno a todo, fue al pozo a buscar agua, como hacía antes el Ratoncito. Cogió el cubo, pero ¡era mucho más pesado de lo que imaginaba para sus pequeñas alas! Al intentar subir el cubo lleno de agua, perdió el equilibrio y... ¡Splash! Cayó de cabeza dentro del pozo profundo. El agua estaba fría y el Pajarito no pudo salir.

    Y así, por querer cambiar las cosas que funcionaban tan bien y por escuchar consejos de extraños, la vida feliz de los tres amigos en la casita acogedora terminó de una forma muy triste. La casita se quedó silenciosa y vacía en medio del bosque.

    2102 Vistas