• La bola de cristal

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En un tiempo en que la magia flotaba en el aire como el polen en primavera, vivía una hechicera muy poderosa pero un poquito desconfiada. Tenía tres hijos, y pensaba: "¡Ay, estos chicos seguro me quieren quitar mis poderes!"

    Así que, ¡zas!, convirtió al mayor en un águila majestuosa que surcaba los cielos, y al segundo en una ballena enorme que nadaba en lo profundo del mar.

    El hijo menor, al ver esto, pensó: "¡Uy, mejor me voy antes de que me convierta en un gusanito!" Y se escapó del bosque lo más rápido que pudo.

    Caminó y caminó, y en su viaje escuchó historias sobre una princesa encantada. Decían que estaba prisionera en el Castillo del Sol Dorado, y que solo una bola de cristal mágica podía romper el hechizo.

    El joven, que tenía un corazón valiente, decidió: "¡Yo encontraré esa bola y salvaré a la princesa!"

    No mucho después, se encontró con dos gigantes que discutían a gritos. "¡Este gorro mágico es mío!" "¡No, es mío!" gritaba el otro. Era un gorro que concedía deseos a quien lo llevara puesto.

    El joven, que era más listo que un zorro, les dijo: "Amigos gigantes, ¿por qué no hacen una carrera hasta aquella montaña lejana? El que llegue primero, se queda con el gorro". Los gigantes, que no eran las luces más brillantes del bosque, aceptaron y salieron corriendo como el viento. Apenas se fueron, el joven tomó el gorro, se lo puso y dijo: "¡Quiero estar en el Castillo del Sol Dorado!". Y ¡plim!, como por arte de magia, apareció allí.

    Dentro del castillo, un anciano de barba blanca le reveló el secreto: "La bola de cristal está muy bien guardada. Primero, debes enfrentarte a un toro salvaje con cuernos afilados. Dentro del toro, hallarás un pájaro de fuego. Dentro del pájaro, un huevo que brilla como el sol. Y dentro de ese huevo, como si fuera su yema dorada, está la bola de cristal".

    El joven no tuvo miedo. Buscó al toro y, después de una lucha muy emocionante, ¡logró vencerlo!

    En ese instante, del toro salió volando el pájaro de fuego. Pero ¡qué maravilla! Un águila enorme (¡sí, era su hermano!) bajó en picada del cielo y picoteó al pájaro de fuego, haciendo que soltara el huevo brillante.

    El huevo cayó cerca de la orilla del mar, ¡justo encima de una pequeña cabaña de pescador! Y ¡fshhh!, la cabaña empezó a arder por el calor del huevo.

    Pero entonces, una ballena gigantesca (¡claro, su otro hermano!) se acercó a la costa y ¡splash!, lanzó una ola tan grande que apagó el fuego al instante.

    El joven corrió hacia la cabaña, tomó el huevo con mucho cuidado, lo abrió, y allí estaba: ¡la bola de cristal, resplandeciendo con una luz suave y poderosa!

    Con la bola de cristal en sus manos, se presentó ante el mago malvado que mantenía prisionera a la princesa. Al ver la bola, todo el poder del mago desapareció como el humo en el viento.

    La princesa fue libre y le dio las gracias al joven con una gran sonrisa. Y lo más asombroso fue que la bola de cristal también liberó a sus hermanos. El águila y la ballena volvieron a ser los jóvenes fuertes y valientes que eran.

    Los tres hermanos, ahora reunidos, y la princesa, regresaron juntos al reino del joven. Y dicen que vivieron muchas aventuras más, siempre unidos y cuidándose. Y la hechicera, su madre, bueno, quizás después de todo esto, aprendió a confiar un poquito más en sus hijos.

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