• El tiempo de la vida

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    Cuando el mundo era nuevecito y brillante, y los animales apenas estaban aprendiendo a caminar y a hablar, el Creador decidió cuántos años viviría cada criatura.

    Primero llamó al burrito. "Burrito," le dijo con voz amable, "tú vivirás treinta años. Trabajarás duro, llevarás cargas pesadas y serás muy útil."
    El burrito pensó un momento, moviendo sus largas orejas. "Treinta años son muchos para llevar sacos de harina y escuchar '¡Arre, arre!' todo el día. ¿No podrías quitarme algunos, por favor? Quizás dieciocho años menos estaría bien."
    El Creador sonrió y dijo: "Está bien, burrito. Vivirás doce años."

    Luego, llamó al perro. "Perrito," le dijo, "tú también vivirás treinta años. Correrás, ladrarás para cuidar la casa y serás el mejor amigo del hombre."
    El perro movió la cola, pero luego puso cara de preocupación. "Treinta años corriendo detrás de cualquier cosa que se mueva y ladrando a la luna... ¡Uf, qué cansancio! ¿No podrías darme menos? Con diez años menos, yo sería feliz."
    "Como quieras, perrito," respondió el Creador. "Vivirás veinte años."

    Después, fue el turno del mono. "Monito," anunció el Creador, "tú vivirás treinta años. Harás reír a la gente con tus saltos y tus gracias, y comerás muchas bananas."
    El mono se rascó la cabeza. "Treinta años haciendo monerías y piruetas... ¡Es agotador ser divertido tanto tiempo! ¿Qué tal si me quitas diez añitos?"
    "Concedido, monito," dijo el Creador. "Vivirás veinte años."

    Finalmente, llegó el ser humano, caminando con curiosidad. "Hombre," dijo el Creador, "tú vivirás treinta años. Disfrutarás del mundo, aprenderás y serás feliz."
    El ser humano pensó: "Treinta años... ¡Qué poquito! Justo cuando empiece a entender cómo funciona todo, ¡zas!, se acaba. ¿No podrías darme un poquito más?"
    El Creador meditó. "Bueno, el burrito no quiso dieciocho años, el perro no quiso diez y el mono tampoco quiso otros diez. ¿Los quieres tú?"
    "¡Claro que sí!", exclamó el ser humano, muy contento.

    Y así fue. El ser humano recibió los treinta años que le tocaban, más los dieciocho del burro, los diez del perro y los diez del mono. Por eso, la vida del ser humano es como es.

    Los primeros treinta años son los suyos: vive alegre, aprende, juega y está lleno de energía. Es joven y feliz.

    Luego vienen los dieciocho años del burro. Durante este tiempo, el ser humano trabaja mucho, lleva las cargas de la familia y las responsabilidades, y a veces se siente cansado, como el burrito bajo el sol.

    Después llegan los diez años del perro. El ser humano ya no corre tanto, prefiere estar en casa, a veces se pone un poco gruñón y refunfuña por las esquinas, cuidando lo suyo, como un perro guardián que ya no tiene tanta paciencia.

    Y al final, vienen los diez años del mono. El ser humano se vuelve otra vez un poco como un niño. Hace cosas divertidas, cuenta historias, juega con los nietos y a veces hace alguna travesura que hace reír a todos, como un mono juguetón.

    Y así, con un poquito de cada animal, el ser humano vive su larga vida.

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