• El gorrión viejo y sus cuatro hijos

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En lo alto de un árbol grande y verde, vivía una mamá gorrión con sus cuatro pichoncitos. ¡Pío, pío! cantaban todo el día, esperando su comida.

    Un día, mamá gorrión les dijo: "Hijitos, el mundo es grande y hay que tener cuidado. Si ven a un humano agacharse y recoger una piedra, ¡escóndanse rápido!"
    Poco después, un hombre pasó. Se agachó y ¡zas! cogió una piedra. Los gorrioncitos, ¡plas!, se escondieron entre las hojas. "¡Muy bien!" dijo mamá gorrión, contenta.

    Otro día, mamá gorrión les enseñó: "A veces, los humanos no tienen piedras a la vista, pero si se agachan, ¡también deben esconderse! Es para estar seguros."
    Al rato, vieron al mismo hombre. Se agachó, pero esta vez no vieron ninguna piedra. Recordando las palabras de su mamá, ¡puf!, se ocultaron de nuevo. "¡Así me gusta, mis valientes!" celebró mamá.

    La lección más importante llegó después. "Escuchen bien," dijo mamá gorrión con voz seria. "Si ven a un humano meter la mano en su bolsillo, ¡vuelen lejos al instante! Podrían tener piedras escondidas allí, ¡y esas son las más peligrosas!"

    Pasaron unos días. Los gorrioncitos se sentían muy listos. De pronto, vieron al hombre acercarse de nuevo.
    El hombre se agachó y cogió una piedra. "¡Miren!" pió uno de los pichones. "Mamá dijo que si coge una piedra..." Y antes de que terminara la frase, ¡zas!, todos se escondieron.
    El hombre siguió caminando, dejó la piedra y luego se agachó otra vez, como buscando algo en el suelo. "¡Miren ahora!" pió otro pichón. "Mamá dijo que si se agacha..." Y ¡puf!, se volvieron a esconder, aunque no veían peligro.

    Finalmente, el hombre se detuvo frente al árbol y metió la mano en su bolsillo.
    "¡AHORA SÍ!" gritaron los cuatro a la vez, sin esperar un segundo más. "¡Mamá dijo que si mete la mano al bolsillo, A VOLAR!" Y salieron disparados como pequeñas flechas marrones hacia otro árbol lejano.

    Mamá gorrión los vio desde su rama. Una pequeña sonrisa apareció en su pico. "Ay, mis pequeños," pensó con una mezcla de orgullo y un poquito de nostalgia. "Han aprendido muy bien mis lecciones. Ya están listos para cuidarse solos en este mundo grande." Y aunque un poquito triste por verlos crecer tan rápido, se sintió la mamá gorrión más orgullosa de todo el bosque.

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