La muñeca de oro
Cuentos de los Hermanos Grimm
Hace mucho, mucho tiempo, cuando los bosques eran más profundos y los secretos se escondían entre los árboles, vivían un leñador muy pobre y su esposa. Apenas tenían para comer, pero se querían mucho.
Un día, el leñador estaba pescando en el río cuando, ¡sorpresa!, atrapó un pececito de oro que brillaba como el sol.
"¡Por favor, déjame ir!", suplicó el pez. "No soy un pez cualquiera. Si me liberas, te concederé un deseo muy especial."
El leñador, que tenía un gran corazón, sintió pena por el pececito y lo soltó de nuevo en el agua. Antes de desaparecer entre las ondas, el pez le dijo: "Como agradecimiento, ve a casa. Dile a tu esposa que me cocine –aunque suene extraño, es parte de la magia–. Ella debe comer mi corazón y mi hígado. Luego, entierra mis escamas doradas debajo de su ventana."
El leñador, un poco confundido pero confiando en la magia, hizo exactamente lo que el pez le indicó. Su esposa cocinó con cuidado el pececito (que mágicamente reapareció en su red al llegar a casa) y comió su corazón y su hígado. Luego, juntos enterraron las brillantes escamas doradas bajo la ventana de su humilde cabaña.
Poco tiempo después, ¡qué alegría tan grande! La esposa tuvo dos bebés gemelos, ¡y eran de oro puro! Brillaban tanto como dos pequeños soles. Eran los niños más hermosos que jamás se habían visto.
Y debajo de la ventana, donde habían enterrado las escamas, crecieron dos lirios de oro, ¡tan hermosos y brillantes como los niños!
Los niños de oro crecieron sanos, fuertes y muy unidos. Jugaban todo el día y su risa llenaba la casa de felicidad. Un día, cuando ya eran jovencitos, uno de ellos, llamémosle Lirio, dijo: "Queridos padres, quiero explorar el mundo. Iré en busca de aventuras y ver qué hay más allá de nuestro bosque."
Sus padres sintieron un poco de tristeza al pensar en su partida, pero también orgullo por su valentía. "Este lirio de oro es tuyo, Lirio", dijo su madre, señalando una de las flores que seguía brillando en la ventana. "Mientras brille y esté erguido, sabremos que estás bien. Si se inclina o pierde su color, tu hermano sabrá que necesitas ayuda."
Lirio se despidió con un fuerte abrazo y partió en su caballo. Viajó por valles y montañas, conoció gente amable y vivió muchas experiencias emocionantes. Pero un día, sin darse cuenta, llegó a un bosque oscuro y tenebroso. En el corazón de ese bosque vivía una bruja un poco gruñona a la que no le gustaban los extraños, y menos si brillaban tanto.
Cuando la bruja vio a Lirio, tan dorado y resplandeciente, sintió una punzada de envidia y, con un gesto rápido de su varita, ¡lo convirtió en una estatua de piedra!
En ese mismo instante, en la lejana cabaña, el lirio de oro que pertenecía a Lirio se inclinó tristemente y perdió todo su brillo dorado, volviéndose opaco como una piedra común.
"¡Oh, no!", exclamó su hermano gemelo, al que llamaremos Sol. Al ver la flor marchita, supo de inmediato. "¡Mi hermano Lirio está en peligro! ¡Tengo que ir a rescatarlo!"
Sol no perdió ni un segundo. Montó su caballo y siguió el mismo camino que había tomado Lirio, guiado por una corazonada. Al llegar al bosque oscuro, la bruja, al verlo tan parecido a su hermano, intentó engañarlo también, ofreciéndole comida deliciosa y un lugar para descansar en su cabaña.
Pero Sol era muy observador y astuto. Recordó las palabras de su madre sobre el lirio y pensó: "Algo malo le pasó a mi hermano aquí, no debo confiar". Así que, muy amablemente, rechazó la invitación de la bruja. "Muchas gracias, señora, pero solo busco a mi hermano", dijo, sin bajarse del caballo, pues intuía que ahí estaba el truco.
La bruja se enfadó mucho al ver que Sol no caía en su trampa. Intentó lanzarle un hechizo, pero Sol fue más rápido. Algunos cuentan que llevaba consigo una pequeña escama dorada del pez mágico que sus padres habían guardado, otros dicen que su propio brillo dorado, lleno de amor por su hermano, lo protegió. Lo cierto es que, con valentía y astucia, logró que la bruja, asustada por su determinación o quizás vencida por alguna palabra mágica que él pronunció, deshiciera el encantamiento que pesaba sobre Lirio.
¡Puf! La estatua de piedra volvió a ser Lirio, el niño de oro, parpadeando como si despertara de un largo sueño. ¡Qué abrazo tan fuerte y feliz se dieron los dos hermanos!
En ese mismo momento, en su casa, el lirio inclinado se enderezó de golpe y recuperó todo su esplendor dorado. ¡Sus padres saltaron de alegría al verlo, sabiendo que todo estaba bien!
Lirio y Sol regresaron juntos a casa. Sus padres los recibieron con lágrimas de felicidad y un gran banquete. Y desde entonces, los dos hermanos de oro y sus padres vivieron muy felices, y los dos lirios dorados florecieron radiantes en su ventana año tras año, como un hermoso símbolo de su amor fraternal y la magia que los unía.
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