El libro
Cuentos de Andersen
En un rincón soleado, cerca de un estanque brillante, Mamá Pata esperaba con paciencia. Tenía un nido lleno de huevos, ¡y uno era especialmente grande!
Pronto, los cascarones empezaron a romperse. ¡Pip, pip! Salieron patitos amarillos y esponjosos. Pero el huevo grande tardaba más. Finalmente, ¡crack! Salió un patito diferente. Era grande, gris y un poco torpe. Mamá Pata lo miró y pensó: "Bueno, es un poco raro, ¡pero es mío!"
Pero en el corral, los otros animales no fueron tan amables. Los pollitos decían: "¡Qué feo es!" Los otros patos lo picoteaban y lo empujaban. Incluso el pavo grande se burlaba de él. "¡Eres demasiado grande y gris!", le decía. El patito se sentía muy triste. Nadie quería jugar con él.
Un día, no pudo más y se escapó. Corrió y corrió hasta llegar a un pantano donde vivían unos gansos salvajes. Por un momento pensó que había encontrado amigos, pero ¡BANG! Unos cazadores aparecieron y los gansos volaron asustados.
Luego, encontró una cabaña donde vivía una anciana con un gato y una gallina. El gato ronroneaba y la gallina ponía huevos. Ellos no entendían por qué el patito quería nadar y volar. "¡Quédate quieto y pon huevos como yo!", decía la gallina. El patito se sentía solo otra vez.
Llegó el invierno, frío y largo. El patito lo pasó muy mal, escondido entre los juncos, tiritando de frío. Una tarde, vio unas aves hermosas volando. Eran grandes, blancas, con cuellos largos y elegantes. ¡Eran cisnes! El patito sintió algo especial al verlos, un deseo de ser como ellos, pero pensó: "Soy tan feo, nunca me aceptarían".
Por fin, llegó la primavera. El sol calentaba y las flores aparecían. El patito había crecido mucho durante el invierno. Se sentía más fuerte. Un día, fue al lago y vio a tres de esos hermosos cisnes nadando. Decidió acercarse, aunque pensaba que se reirían de él o lo atacarían.
Pero cuando se acercó, inclinó la cabeza y vio su reflejo en el agua. ¡Qué sorpresa! Ya no era un patito gris y torpe. ¡Era un cisne blanco y elegante, igual que ellos!
Los otros cisnes nadaron hacia él y lo saludaron amablemente. "¡Bienvenido!", le dijeron con sus suaves voces. Unos niños que jugaban cerca gritaron: "¡Mirad, un cisne nuevo! ¡Y es el más hermoso de todos!"
El joven cisne se sintió tan feliz que su corazón dio un vuelco. Había sufrido mucho, pero ahora entendía que no era un pato feo, sino un cisne que solo necesitaba tiempo para crecer. Y aunque era muy hermoso, nunca fue orgulloso, porque recordaba lo difícil que había sido ser diferente.
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