• La sirenita

    Cuentos de Andersen
    En el lugar más profundo y azul del océano, donde los peces de colores nadan entre jardines de coral, vivía un rey del mar con sus hijas sirenas. La más joven de todas, llamémosla Marina, era la más curiosa. Soñaba con el mundo de arriba, ese lugar misterioso donde vivían los humanos. Su abuela le contaba historias sobre barcos, ciudades y el sol brillante, y Marina escuchaba con los ojos como platos.

    Cuando Marina cumplió quince años, ¡por fin! Pudo subir a la superficie. ¡Qué maravilla! Vio un barco enorme con música y luces. En la cubierta, un príncipe joven y apuesto celebraba su cumpleaños. Marina se quedó mirándolo, ¡era tan diferente a los tritones! De repente, una tormenta terrible se desató. El barco se hundió, y el príncipe cayó al agua.

    Marina, sin pensarlo dos veces, nadó hacia él y lo salvó, llevándolo hasta una playa. Justo cuando el príncipe empezaba a despertar, una joven de un templo cercano apareció. Marina tuvo que esconderse rápidamente en el agua, y vio cómo la chica cuidaba al príncipe. El príncipe, al despertar, pensó que esa joven lo había salvado.

    Marina volvió al fondo del mar, pero su corazón se quedó en la playa. Estaba tan triste que ya no disfrutaba de los juegos con sus hermanas. Solo pensaba en el príncipe. Decidió que quería ser humana para estar cerca de él. Así que, con mucho miedo, fue a visitar a la Bruja del Mar, que vivía en una cueva oscura y llena de cosas extrañas.

    "Quiero piernas", le dijo Marina.
    La Bruja del Mar sonrió. "Te daré piernas, pequeña, pero a cambio quiero tu voz, la más hermosa de todo el océano. Y hay más: cada paso que des con tus nuevas piernas te dolerá como si pisaras cuchillos afilados. Además, si el príncipe se casa con otra, tu corazón se romperá y te convertirás en espuma de mar".

    Marina aceptó. ¡Quería tanto al príncipe! Bebió la poción mágica y sintió un dolor terrible mientras su cola de pez se transformaba en dos piernas. Perdió el conocimiento y despertó en la playa, justo donde había dejado al príncipe.

    El príncipe la encontró. Se sorprendió al ver a una chica tan bella y sola. Como Marina no podía hablar, no pudo decirle quién era ni cómo lo había salvado. El príncipe la llevó a su palacio. A él le gustaba mucho su compañía, y Marina bailaba para él con una gracia increíble, aunque cada movimiento le causaba un dolor secreto.

    Un día, el rey, padre del príncipe, le dijo que debía casarse con la princesa de un reino vecino. El príncipe estaba triste, porque él quería a la chica que creía que lo había salvado en la playa. Pero cuando fue a conocer a la princesa vecina, ¡sorpresa! Era la misma joven del templo que había encontrado al príncipe en la playa. El príncipe se puso muy contento y decidió casarse con ella.

    Marina sintió que su corazón se partía en mil pedazos. La noche de la boda, mientras todos celebraban en el barco nupcial, Marina miraba el mar con lágrimas en los ojos. Sabía que al amanecer se convertiría en espuma.

    De repente, sus hermanas sirenas aparecieron. Tenían el pelo corto. "¡Marina!", dijeron. "Le hemos dado nuestro cabello a la Bruja del Mar a cambio de este cuchillo mágico. Si clavas este cuchillo en el corazón del príncipe antes del amanecer, y su sangre toca tus pies, volverás a ser una sirena y vivirás".

    Marina tomó el cuchillo. Entró en la tienda donde dormían el príncipe y su nueva esposa. Miró al príncipe, que sonreía en sueños. No pudo hacerlo. Amaba demasiado al príncipe como para hacerle daño. Arrojó el cuchillo al mar y, justo cuando el primer rayo de sol tocaba el horizonte, se lanzó al agua.

    Sintió cómo su cuerpo se disolvía, pero en lugar de desaparecer, se sintió ligera, flotando hacia arriba. Vio a unas criaturas hermosas y transparentes a su alrededor. Eran las hijas del aire.
    "No te has convertido en espuma, pequeña sirena", dijo una de ellas con voz suave. "Porque has amado más a otros que a ti misma. Ahora, como nosotras, podrás hacer buenas acciones durante muchos años y, algún día, ganar un alma inmortal y subir al cielo".

    Marina sonrió. Aunque no estaría con su príncipe, había encontrado una nueva esperanza y una nueva forma de vivir, ayudando a los demás desde el cielo, como una brisa suave y cariñosa.

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