Las Runas de Odín
Mitología nórdica
¿Listos para una aventura en el mundo de los dioses? Pues escuchen bien, porque esta historia es sobre Odín, el rey de todos los dioses de Asgard, un lugar mágico en el cielo. Odín era muy sabio, ¡pero siempre quería aprender más y más! Tenía dos cuervos, Hugin y Munin, que volaban por el mundo y le contaban todo lo que veían, pero aun así, Odín sentía que le faltaba algo.
Un día, Odín escuchó hablar de unas cositas muy especiales llamadas runas. No eran juguetes ni caramelos, ¡no! Eran como letras mágicas, llenas de secretos y poder. Si alguien entendía las runas, podía entender los misterios del universo entero. ¡Imagínense! Odín pensó: "¡Yo quiero saber esos secretos!".
Pero conseguir las runas no era como ir a la tienda. ¡Para nada! Para obtener ese conocimiento tan grande, Odín tenía que hacer un sacrificio enorme, algo muy difícil.
Así que Odín, que era muy valiente, fue hasta el árbol más grande y más importante de todos los mundos, el fresno Yggdrasil. Este árbol era tan alto que sus ramas tocaban las nubes y sus raíces se hundían en lo más profundo de la tierra.
Allí, Odín hizo algo increíble: se colgó de una de las ramas más altas del árbol, cabeza abajo. ¡Sí, así como lo oyen! Y no solo eso, también se hirió un poquito a sí mismo con su propia lanza, llamada Gungnir. No pidió comida, ni agua, ni ayuda a nadie.
Pasó un día, y nada. Pasaron dos días, y Odín seguía colgado, mirando hacia abajo, hacia las raíces oscuras del árbol. Pasaron tres, cuatro, cinco días... ¡Así hasta nueve días y nueve noches enteras! ¡Qué aguante tenía Odín! Estaba cansado, tenía hambre y sed, pero no se rindió. Estaba decidido a aprender los secretos de las runas.
Al final de la novena noche, cuando ya casi no le quedaban fuerzas, Odín miró hacia abajo una última vez. Y entonces, ¡allí estaban! En lo profundo, vio las runas brillando. Eran como pequeñas luces mágicas llenas de sabiduría.
Con un gran grito, Odín se estiró y ¡zas!, las agarró. En ese instante, todo el conocimiento de las runas entró en su mente. ¡De repente entendió muchísimas cosas que antes eran un misterio!
Odín bajó del árbol, un poco adolorido, pero muy, muy contento. Ahora no solo era el rey de los dioses, sino también el más sabio de todos, gracias a su valentía y a su gran esfuerzo por aprender. Y así, con el poder de las runas, pudo ayudar a los otros dioses y también a las personas en la Tierra.
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