Baco, el dios del vino
Mitología romana
En el gran monte Olimpo, donde vivían los dioses y diosas con sus poderes increíbles, Júpiter, el rey de todos ellos, a veces bajaba a la Tierra a dar paseos. En uno de esos paseos, conoció a Sémele, una princesa humana muy hermosa, y se hicieron muy amigos.
Pero Juno, la esposa de Júpiter, que era una diosa muy poderosa y también un poquito celosa, se enteró de esta amistad. ¡No le gustó nada! Así que un día, Juno se disfrazó de una viejita amable y fue a visitar a Sémele. Le dijo: "Querida, si Júpiter de verdad te aprecia, pídele que se te muestre con toda su luz y poder, como se muestra a Juno".
Sémele, que confiaba en la viejita, le hizo caso. Cuando Júpiter la visitó, ella le pidió que le cumpliera un deseo sin saber cuál era. Júpiter, que la quería mucho, juró por el río Estigia (¡una promesa que ningún dios podía romper!) que lo haría. Entonces Sémele le pidió: "Muéstrate ante mí con todo tu esplendor de dios".
Júpiter se puso muy triste, porque sabía que ningún humano podía ver a un dios en su forma verdadera sin hacerse daño. Pero había hecho una promesa. Así que apareció con sus rayos y truenos. ¡Fue demasiada luz para la pobre Sémele! Ella se desvaneció, pero justo antes, Júpiter logró salvar al bebé que Sémele esperaba.
¿Y qué hizo Júpiter con el bebé? ¡Pues se lo cosió con mucho cuidado dentro de su propio muslo! Sí, ¡en su pierna! Allí, el pequeño Baco, que así se llamaría el bebé, terminó de crecer calentito y seguro. Cuando llegó el momento, Baco nació de la pierna de Júpiter. ¡Por eso a veces dicen que Baco nació dos veces!
Júpiter llevó al pequeño Baco a un lugar secreto en el bosque, donde unas ninfas, que eran espíritus amables de la naturaleza, y un sátiro viejo y sabio llamado Sileno, lo cuidaron. Sileno, que era mitad hombre y mitad cabra, le enseñó muchas cosas a Baco mientras crecía.
Un día, Baco, ya un joven alegre y curioso, descubrió las uvas. ¡Le encantaron! Jugando con ellas, las estrujó y vio que salía un jugo delicioso. Con el tiempo, aprendió a hacer una bebida especial con ese jugo, una bebida que hacía que la gente se sintiera feliz, con ganas de cantar y bailar. ¡Había inventado el vino! (Pero para los niños, ¡era un jugo de uva mágico y divertido!).
Baco empezó a viajar por el mundo en un carro tirado por leopardos o panteras, enseñando a la gente cómo cultivar las uvas y cómo celebrar la vida con música, bailes y alegría. Siempre iba acompañado de un grupo muy animado: sátiros que tocaban la flauta, ninfas que bailaban y muchas personas que se unían a sus fiestas.
Una vez, unos piratas un poco brutos vieron a Baco durmiendo en la playa y pensaron que era un príncipe rico. Lo capturaron para pedir un rescate. Pero cuando intentaron atarlo, ¡las cuerdas se caían solas! De repente, del barco empezaron a crecer plantas de uva por todas partes, y Baco se transformó en un león que rugía muy fuerte. Los piratas se asustaron tanto que saltaron al mar, ¡y Baco los convirtió en delfines! Así aprenderían a ser más amables.
En otra aventura, Baco conoció a una princesa llamada Ariadna, que estaba muy triste porque un héroe la había dejado sola en una isla. Baco la consoló, se enamoró de ella y se casaron en una fiesta grandiosa. Como regalo de bodas, le dio una corona de estrellas que, dicen, todavía brilla en el cielo por la noche.
Baco se hizo tan famoso por traer alegría y diversión que Júpiter decidió que merecía un lugar entre los dioses en el Olimpo. Y así, Baco se convirtió en el dios de las uvas, de las fiestas y de la alegría, recordándonos siempre que es bueno celebrar y compartir momentos felices con los amigos.
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